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Por Erik Manning

Los escépticos dicen que los evangelios están plagados de contradicciones y que, por tanto, no son fuentes históricas fiables. Y estos mismos escépticos dicen que algunas de estas contradicciones son francamente absurdas. Por ejemplo, el erudito agnóstico del NT Bart Ehrman señala una de sus contradicciones bíblicas favoritas en su exitoso libro, Jesus, Interrupted (Jesús, interrumpido).

Una de mis aparentes discrepancias favoritas -he leído a Juan durante años sin darme cuenta de lo extraña que es esta- aparece en el “Discurso de despedida” de Jesús, el último discurso que Jesús dirige a sus discípulos, en su última comida con ellos, que ocupa todos los capítulos 13 a 17 del Evangelio según Juan. En Juan 13:36, Pedro le dice a Jesús: “Señor, ¿a dónde vas?”. Unos versos después, Tomás dice: “Señor, no sabemos a dónde vas” (Juan 14:5). Y unos minutos más tarde, en la misma comida, Jesús reprende a sus discípulos diciendo: “Ahora voy al que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?””. (Juan 16:5). O bien Jesús tenía una capacidad de atención muy corta o hay algo extraño en las fuentes de estos capítulos, lo que crea una extraña desconexión. Jesús, interrumpido, pp. 9 [1]

Así que ahí lo tienes. O Jesús o Juan estaban teniendo una “pifia cerebral”. Elija su opción.

¿Tenían Jesús o Juan un lapso de atención dolorosamente corto?

Si se mira la Biblia de forma mecánica, esta contradicción parece absurda a primera vista. Entonces, ¿cómo debemos entender esta supuesta discrepancia?

Me parece que el escritor de Juan está tratando con la reacción inmediata de los discípulos a las palabras de Jesús. La idea de su partida les llena de dolor, pero si hubieran preguntado a dónde iba y hubieran comprendido que era al Padre, habrían reconocido que era por el bien de Jesús y el suyo propio. Fíjate en el siguiente versículo: “Antes, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.” (Jn 16,6-7 LBLA)

Si recordamos las veces anteriores en las que Jesús fue interrogado y que señala Ehrman, Pedro tenía un poco de complejo de guardaespaldas y no quería escuchar que Jesús se fuera solo. Así que cuando hace la pregunta en Juan 13:36 sobre a dónde va Jesús, no lo comprende.

Y en Juan 14:1-5, Jesús habla de ir a su Padre para prepararles lugar. Tomás hace una pregunta, pero es porque no capta lo que Jesús expone. No busca aclarar lo que  quiere decir Jesús con estas cosas. Y sabemos que Tomás es un poco lento para entender, como descubrimos más adelante en el Evangelio de Juan. Tomás y Pedro pensaban con naturalidad.

El silencio de los discípulos se volvió ensordecedor

Vemos que en Juan 14, Jesús es interrumpido con otra pregunta, pero no se le hace otra pregunta en Juan 15. Hasta ahora, Jesús ha mencionado su partida, pero luego, en Juan 15:22-16:4, habla de la persecución que les espera. Ya sabes, algunas cosas pesadas. Ahora sus corazones están apenados. La tristeza los lleva a callar después de haber sido tan inquisitivos antes.

Es en 16:5 cuando Jesús dice: “chicos… todavía no lo entienden. Se quedaron callados  con todas esas palabras duras de persecución y de que me iba. Pero no los voy a dejar solos. Estoy enviando al Espíritu en mi lugar. Ahora es el momento de volver a preguntar, pero esta vez seamos un poco más agudos y dejemos de lado el pesimismo sombrío”.

Después de esto, vuelven a interrumpir a Jesús dos veces más en Juan 16, demostrando que siguen sin entender de qué está hablando. Lee Juan 16:17-19:

Entonces algunos de sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: «Un poco más, y no me veréis, y de nuevo un poco, y me veréis» y «Porque yo voy al Padre»?  Por eso decían: ¿Qué es esto que dice: «Un poco»? No sabemos de qué habla.  Jesús sabía que querían preguntarle, y les dijo: ¿Estáis discutiendo entre vosotros sobre esto, porque dije: «Un poco más, y no me veréis, y de nuevo un poco, y me veréis»? (LBLA) 

Los discípulos por fin lo entienden, pero ¿lo entiende Ehrman?

Jesús responde entonces a sus preguntas, y termina diciendo “He venido del Padre y he venido al mundo, y ahora dejo el mundo y voy al Padre”.

La bombilla parece finalmente encenderse. Dejan de mirar las cosas terrenales y empiezan a ver las realidades espirituales de las que habla Jesús. En Juan 16:28-30 vemos: “Sus discípulos le dijeron: He aquí que ahora hablas claramente y no usas lenguaje figurado. Ahora entendemos que tú sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que tú viniste de Dios. Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?” (LBLA).

Se acabaron las metáforas en sus mentes. Jesús habla ahora con claridad. Se quedaron callados después de algunas palabras duras de Jesús, pero ahora caen en cuenta después de que Jesús les incita a indagar más. Esta interpretación no viene sólo de mí, sino que también es apoyada por comentaristas y exegetas como CK Barrett, RCH Lenski, Craig Blomberg, John Gill, Christian Kuinoel y Hermann Olshausen.

Sólo si no dejamos espacio para el matiz conversacional tendríamos que concluir que Jesús tuvo un lapsus mental o que algo extraño está pasando con el escritor de Juan. Parece que la lectura de Bart es bastante rígida, y me atrevo a decir que fundamentalista. Hay más de sus ejemplos de supuestas discrepancias en Jesús, interrumpido, que son mucho más dignos de investigación y debate. Pero este no es un momento de oro para Ehrman aquí.  Y por desgracia, hay más malos como éste. No hay nada tan extraño aquí.

Nota

[1] Libro: Jesus, Interrupted (Jesús, interrumpido).

Recursos recomendados en Español: 

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek 

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Erik Manning es un director del capítulo de Reasonable Faith (Fe Razonable) situado en Cedar Rapids, Iowa. Es un antiguo escritor independiente de béisbol y copropietario de un negocio de decoración antigua y artesanal con su esposa, Dawn. Le apasiona la intersección entre la apologética y el evangelismo.

Fuente Original del Blog: https://bit.ly/3tEbLAT

Traducido por Yatniel Vega Garcia

Editador por Monica Pirateque 

 

Por Ryan Leasure

Esta es la tercera entrega de una serie de nueve partes sobre cómo se formó nuestra Biblia. La primera parte trataba sobre la inspiración e inerrancia de las Escrituras. La segunda parte explicaba la formación y preservación de los textos del Antiguo Testamento. En este artículo se abordarán cuestiones relacionadas con el canon del Antiguo Testamento y los apócrifos.

Canon

Antes de continuar con el tema, primero debemos establecer a qué nos referimos cuando hablamos del “canon”. No nos referimos, por supuesto, a las armas de épocas pasadas. Sino que canoson n remite a una antigua forma de medir con una vara parecida al junco o caña y era empleada como un patrón infalible tal como lo es una regla de un metro. El término se aplicó posteriormente a los textos bíblicos que la Iglesia recibió en su colección de libros autorizados.

La Tanakh

El acomodo que los judíos le dieron al Antiguo Testamento fue y es completamente diferente de nuestra manera típica de ordenarlo. Parece ser que desde hace mucho tiempo los judíos dividieron en tres partes el canon hebreo. Esta triple división se le conoce como Tanakh  basado en las tres divisiones —Torah (Ley), Nevi’im (Profetas) y Ketuvim (Escritos). Esta última división a veces se le llama “Los Salmos” ya que los Salmos fueron el primer y más grande libro entre Los Escritos y a menudo se toma como representación del conjunto. Además, hay que tener en cuenta que los judíos combinaron varios libros. Así que el canon judío contiene los mismos libros que las Biblias protestantes, pero su Biblia solo tiene veinticuatro libros en lugar de treinta y nueve. Considere el siguiente desglose desde el Génesis hasta las Crónicas:

Ley

(Torah)

Profetas

(Nevi’im)

Escritos

(Ketuvim)

Génesis Josué Salmos
Éxodo Jueces Job
Levítico Samuel Proverbios
Números Reyes Ruth
Deuteronomio Cantar de los Cantares
Isaías Lamentaciones
Jeremías Eclesiastés
Ezequiel Ester
Los Doce Daniel
Esdras-Nehemías
Crónicas

La Septuaginta (250-150 A.C)

Después de que Alejandro Magno helenizara el mundo conocido, los eruditos judíos se dieron cuenta que era necesario traducir al griego las Escrituras hebreas para que más personas pudieran leerlas. La leyenda cuenta que setenta y dos traductores judíos (seis de cada una de las doce tribus), trabajaron durante setenta y dos días, cada uno de manera independiente tradujo el texto del hebreo al griego, y las setenta y dos traducciones resultaron ser exactamente iguales. Por ello la traducción se conoció como la Septuaginta (en latín septuaginta significa “setenta”) y se le representa con los números romanos LXX.

Vale la pena mencionar un par de detalles acerca de la Septuaginta. En primer lugar, esta traducción cambió el orden de los libros al orden con el que estamos más familiarizados hoy en día. Es decir, cambió la triple división de la Tanakh y acomodó los libros como hoy los tenemos; ley, históricos, poéticos, profetas mayores y profetas menores. Además, la septuaginta también incluía los Apócrifos.

Los Apócrifos

Los Apócrifos son aproximadamente una docena de libros judíos que se escribieron durante el periodo intertestamentario. Estos libros tratan sobre historia, poesía, literatura de sabiduría y profecía. Probablemente los más famosos libros apócrifos  son Primer y Segundo libro de los Macabeos. Estos libros narran las rebeliones judías y la recuperación del templo que estaba en manos de los sirios. Aunque estas obras tienen un gran valor histórico, también contienen material discutible. Esto lo podemos observar en Segundo de Macabeos donde enseña que los santos en el cielo interceden por los que están en la Tierra (15:11-16) y que las oraciones y sacrificios pueden ofrecerse en favor de los muertos (12:39-46). Los romanos católicos usan este texto para dar validez a las creencias sobre el purgatorio y la práctica de indulgencias.

Tobías, otro libro apócrifo, cuenta la historia pintoresca de un devoto judío en el exilio quien al estar dormido pierde la vista por la suciedad de los pájaros . Su esposa Sara, también tiene sus propias dificultades. Un demonio ha matado a siete de sus anteriores esposos en la noche de bodas. Y Dios envía al ángel Rafael para ayudar a Tobías y a Sara a conquistar  al demonio. Al final usan el corazón y el hígado de un pez para ahuyentar al demonio de la cámara nupcial. La historia termina cuando el hijo de Tobías frota los ojos de su padre con la bilis del pescado para devolverle la vista. Es un relato bastante extraño.

Otro libro, conocido como Judith, describe la liberación del pueblo judío por parte de Dios. En esta historia, Judith seduce al rey asirio para cortarle la cabeza mientras está aturdido por el alcohol. No tenemos evidencia de que esto en verdad haya acontecido. Además, este libro comete el error de ubicar a Nabucodonosor como rey de Asiria y no de Babilonia.

Otra colección de apócrifos incluyen al libro de Sirá (literatura de sabiduría similar a Proverbios), Baruc (que no escribió Baruc), Sabiduría de Salomón (que no escribió Salomón), y complementos al libro de Daniel (La Historia de Susana, La Historia de Bel y el Dragón).

¿Por qué La Biblia no debe incluir Los Apócrifos?

Probablemente estás familiarizado con los debates Protestantes-Católicos-Ortodoxos sobre la posibilidad de incluir Los Apócrifos en las Biblias de hoy en día.  En el espacio restante, me gustaría ofrecer cinco razones por las que no creo que la Biblia deba incluir los apócrifos.

1 Los apócrifos reconocen que los profetas no hablaban en su época

Considera los siguientes textos de 1º Macabeos.

Fue una gran prueba en Israel, como nunca se había visto desde que terminó el tiempo de los profetas (1 Macabeos 9:27 Biblia Latinoamericana).

También el rey tomó en cuenta el que los judíos y los sacerdotes habían resuelto que Simóin fuera su jefe y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta digno de fe (1 Macabeos 14:41 Biblia Latinoamericana).

Depositaron las piedras de dicho altar en el cerro del Templo, en lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre el caso (1 Macabeos 4:46 Biblia Latinoamericana)

Observe cómo estos tres versículos indican que Dios no hablaba a través de profetas durante su tiempo.

2 Los judíos nunca aceptaron los apócrifos como escrituras.

Considera la siguiente cita del historiador judío del siglo I Josefo:

Desde la muerte de Moisés hasta la era de Artajerjes, quien fue rey de Persia después de Jerjes, los profetas que sucedieron a Moisés escribieron lo que sucedió en sus días en trece libros. Los otros cuatro libros contienen canciones para Dios y principios de vida para los seres humanos. Desde Artajerjes hasta nuestra época se ha llevado un detallado registro, pero esto no se ha considerado digno de igual crédito que los registros anteriores porque no ha habido desde entonces la sucesión exacta de profetas.[1]

Josefo señala que después de la era de Artajerjes (465-424 a.C.), los judíos continuaron escribiendo libros (los Apócrifos), pero estos libros no estaban a la altura de las Escrituras, porque los profetas dejaron de hablar.

Además, el Talmud babilónico, que es una colección sagrada de tradiciones rabínicas, registra lo siguiente “después de que murieron los últimos profetas Hageo, Zacarías y Malaquías, el Espíritu Santo se apartó de Israel” (Yoma 98). En otras palabras, la revelación especial cesó después de la época de estos profetas. Por lo tanto, no debemos considerar Los Apócrifos como Escrituras, ya que fueron posteriores a estos profetas.

Finalmente, alrededor del año 90 d.C., un Concilio de líderes judíos se reunió en Jamnia para decidir cómo reconstruir el judaísmo después de la caída de Jerusalén y su templo. Al discutir sobre sus libros sagrados, sólo reafirmaron la práctica universal de todos los judíos de que los apócrifos no pertenecían a su Biblia.

3 El Nuevo Testamento nunca se refiere a los apócrifos como escrituras

Los autores del Nuevo Testamento citan pasajes del Antiguo Testamento cientos de veces. Regularmente sus citas son antecedidas por frases como “así está escrito” o “las Escrituras dicen.” Considera los siguientes ejemplos:

como está escrito: No hay justo, ni aun uno; (Rom. 3:10 LBLA)

Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. (Jn. 19:37 LBLA)

Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación […] (Heb. 3:7-8 LBLA)

Ni siquiera una vez los autores del Nuevo Testamento hicieron algo similar con los textos Apócrifos. Esta omisión es considerable a pesar del hecho que los autores del Nuevo Testamento citaban de la Septuaginta la cual contenía los Apócrifos. Lo que significa que los autores del Nuevo Testamento tenían conocimiento de los textos Apócrifos. Y ellos simplemente no se refirieron a estos textos como Escrituras.

4 Jesús afirmó la triple división del Tanaj

Dos citas del evangelio de Lucas nos muestran que Jesús creía en un canon cerrado del Antiguo Testamento que no incluía los Apócrifos. Observa Lucas 24:44 LBLA.

Luego les dijo: Esto es lo que les había anunciado cuando todavía estaba con ustedes: que todo lo que está escrito sobre mí en la ley de Moisés, los libros de los profetas y en los Salmos tiene que cumplirse.

En este texto Jesús hace una clara afirmación a la división en tres partes del Antiguo Testamento- los Apócrifos no son incluidos. Toma en cuenta también Lucas 11:51 LBLA.

desde el asesinato de Abel hasta el asesinato de Zacarías. Zacarías fue asesinado entre el altar y el templo. Sí, yo les digo, ustedes los de estos tiempos pagarán por ello.

Al hablar de Abel (el primer mártir bíblico) y Zacarías (el último mártir bíblico), Jesús demuestra que el canon del Antiguo Testamento finaliza con el libro de Crónicas (en el orden tradicional de la Tanaj). Vale la pena anotar que muchos mártires murieron en el libro de los Macabeos. Jesús no los menciona porque no consideraba a los Macabeos como parte de su Biblia.

5 La Iglesia Católica no concedió autoridad a los apócrifos hasta más tarde

La lista canónica del Antiguo Testamento más antigua de un cristiano procede de Melito de Sardis (170 d. C.). En su canon no tomó en cuenta los Apócrifos. La lista canónica que hizo Orígenes a mediados del siglo tercero también excluye a los Apócrifos. Además Atanasio, Cirilo de Jerusalén, Gregorio Nacianceno y el Concilio de Laodicea descartan de su canon los libros Apócrifos.

Se cree que en algún punto del siglo cuarto, los Apócrifos comenzaron a ganar aceptación en algunos sectores cosa demostrada por algunas listas canónicas (San Agustín, el Concilio de Hipona) y los manuscritos bíblicos (Códice Sinaítico, Códice Vaticano). Está claro que San Agustín persuadió a su amigo Jerónimo de incluir los Apócrifos en la Vulgata Latina del año 404 d. C. Dicho esto, Jerónimo hizo la siguiente introducción a la sección de los Apócrifos.

Debido a que la Iglesia valora los libros de Judith, Tobías y los Macabeos, pero no los coloca entre los libros canónicos, está permitido leer estos dos volúmenes para la edificación del pueblo pero no para establecer dogmas de autoridad eclesiástica.[2]

Jerónimo hizo una clara distinción entre los textos bíblicos y los Apócrifos. La Escritura estableció la doctrina de la Iglesia. Los Apócrifos eran utilizados para la mera edificación.

Durante los siguientes mil años, la Iglesia Católica difícilmente estuvo de acuerdo con los Apócrifos. William de Ockham, influyente teólogo medieval, se hizo eco de los sentimientos de Jerónimo cuando escribió que los textos apócrifos “son leídos para la edificación del pueblo, pero no para establecer doctrinas.”[3] Incluso el cardenal Cayetano, un principal opositor de los reformistas protestantes y designado por el Papa León señaló:

La iglesia latina tiene una gran deuda con Jerónimo por haber separado los libros canónicos de los no canónicos… estos libros y cualquier otro similar a ellos en el canon de la Biblia no son canónicos para establecer fundamentos de fe; sin embargo pueden ser llamados canónicos para la edificación de los fieles.[4]

A pesar de estar lejos de llegar a estar unificados, el Concilio de Trento le concedió a los textos Apócrifos el estatus de canónicos en lo que claramente se ve como un movimiento de Contrareforma.

Dirigiéndonos hacia el Nuevo.

En la siguiente publicación llegaremos al Nuevo Testamento. En concreto, el artículo abordará dos preguntas clave.. En primer lugar, ¿habría esperado la Iglesia primitiva más libros de las Escrituras? Y segundo, ¿qué criterios utilizó la iglesia primitiva para considerar que ciertos libros tenían autoridad Escritural y otros no?

[1] Josephus, Against Apion 1.38-41.

[2] F. F. Bruce, The Canon of Scripture, 91-92.

[3] Citado por B. F. Westcott, The Bible in the Church, (London, 1901), 211.

[4] Ibid., 253.

Recursos recomendados en Español: 

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek

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Ryan Leasure tiene una Maestría en Artes de la Universidad Furman y una Maestría en Divinidad del Seminario Teológico Bautista del Sur. Hoy en día, se está postulando al Doctorado en Ministerio en el Seminario Teológico Bautista del Sur. También ejerce como pastor en la Iglesia Grace Bible en Moore, SC.

Fuente Original Del Blog: https://bit.ly/3z36sP2

Traducido por Gustavo Camarillo

Editado por Yatniel Vega García

Por Ryan Leasure

Este es el segundo de una serie de nueve artículos que abordan la cuestión de cómo obtuvimos nuestra Biblia. El último artículo trató la cuestión de la inspiración y la inerrancia. Esta semana nos centramos en la formación del Antiguo Testamento.

Cuestiones de introducción

A finales del siglo II, Tertuliano acuñó el término “Antiguo Testamento” para distinguir las Escrituras hebreas de las griegas. La palabra “testamento” significa simplemente “pacto”. El Antiguo Testamento, en su forma actual, consta de treinta y nueve libros y fue escrito por decenas de autores a lo largo de mil años.

En los primeros tiempos, los autores bíblicos utilizaron diferentes superficies de escritura. Grabaron sobre piedras (Éxodo 34:1; Josué 8:32), escribieron sobre  yeso (Dt 27:2-3), grabaron sobre metal (Éxodo 28:36) y rayaron en tablillas enceradas (Isa 30:8; Hab 2:2). Para grabar en estas superficies, utilizaban plumas de hierro (Job 19:24; Jer 17:1) y otros estiletes.

Afortunadamente, los egipcios ya habían inventado un producto similar al papel utilizando plantas de papiro mucho antes de que Moisés escribiera la ley. Los autores bíblicos adoptaron esta tecnología de escritura con fines prácticos (Jer 36:23). Cuando el papiro no estaba disponible, los autores escribían en pieles de animales estiradas y secas llamadas pergaminos. Los escritores utilizaban cañas de tallo fino (Jer 8:8) que sumergían en tinta, que solía ser una mezcla de hollín y savia de árbol o aceite. Los escribas solían llevar estuches de tinta en el cinturón (Ez 9:2-3).

La primera escritura

El primer texto bíblico fue escrito por el propio Dios. Leemos en Éxodo 31:18: “Y cuando terminó de hablar con Moisés sobre el monte Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios“(LBLA). Esas mismas tablas se guardaron luego en el Arca de la Alianza junto con una vasija con maná y la vara de Aarón (Dt 10:5; Hb 9:4).

Más tarde, Moisés recopilaría los escritos de Dios en el Pentateuco junto con sus otros escritos. Tenemos indicios de que Moisés escribió el Pentateuco por etapas y no todo a la vez. En Éxodo 24:4 se lee: ” Y Moisés escribió todas las palabras del Señor.(LBLA)”. En Éxodo 17:14 se lee: “  Entonces dijo el Señor a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo.” (LBLA)

Los académicos debaten cómo aprendió Moisés el contenido del Génesis. Algunos sugieren que lo aprendió en el Monte Sinaí a través de una revelación divina. Otros creen que se transmitió a través de la tradición oral. Y otros creen que fue una combinación de ambos.

Etapas de la escritura

Como se ha señalado anteriormente, el Antiguo Testamento no se escribió de una sola vez, sino a lo largo de mil años. Puede ser útil pensar en el desarrollo del Antiguo Testamento en cuatro etapas.

La primera etapa fue en el Monte Sinaí, cuando Moisés escribió la Ley. Al principio, el Pentateuco funcionaba como el canon judío de las Escrituras. De hecho, Moisés ordena ” No añadiréis nada a la palabra que yo os mando, ni quitaréis nada de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor vuestro Dios que yo os mando.” Dt 4:2 (LBLA). A lo largo de cientos de años se escribieron otros libros, pero su inclusión en el canon tardó algún tiempo. Los libros de Moisés, sin embargo, tuvieron autoridad desde el principio.

La segunda etapa de los depósitos de revelación se produjo durante la transición de la teocracia a la monarquía. Durante esa época, los autores escribieron varios libros históricos (Josué, Jueces, Rut, Samuel), poesía (Salmos) y literatura de sabiduría (Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares).

La tercera etapa fue en la época del exilio babilónico. Varios profetas escribieron durante este período (Isaías, Miqueas, Oseas, Jonás, Amós, Joel, etc.).

La cuarta y última etapa fue el regreso del exilio. Siguieron escribiendo más profetas (Zacarías y Malaquías) e historiadores (Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester).

Citando la Ley

Dado que el Antiguo Testamento se desarrolló por etapas, los escritores posteriores del Antiguo Testamento se remitieron a menudo a los libros de Moisés. Quizá el texto más citado de Moisés sea Éxodo 34:6. El texto declara: ” El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad”(LBLA).

Considera cómo estos textos posteriores del Antiguo Testamento citan a Moisés:

“Pero tú eres un Dios de perdón, clemente y compasivo, lento para la ira y abundante en misericordia, y no los abandonaste”. (Neh. 9:17 LBLA)

“Mas tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad”. (Salmos 86:1 LBLA)

“Por eso me anticipé a huir a Tarsis, porque sabía yo que tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas”. (Jonás 4:2 LBLA)

Sometiéndose a la Ley

Los escritores posteriores del Antiguo Testamento no sólo citaron a Moisés, sino que afirmaron explícitamente su autoridad.

“Solamente sé fuerte y muy valiente; cuídate de cumplir toda la ley que Moisés mi siervo te mandó; no te desvíes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas. Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito”. (Jos. 1:7-8 LBLA).

“Y acercándose los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón, diciendo: Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre.  Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés”. (1 Reyes 2:1-3 LBLA)

“pidieron al escriba Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés que el Señor había dado a Israel. Entonces el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la asamblea de hombres y mujeres y de todos los que podían entender lo que oían… en presencia de hombres y mujeres y de los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley”. (Neh 8:1-3 LBLA)

Los profetas citan a los profetas

Dado que el Pentateuco tuvo autoridad desde el principio, encontramos muchas más referencias a Moisés que a cualquier otro autor del Antiguo Testamento. Dicho esto, los profetas seguían reconociendo la autoridad de otros profetas que vivieron más cerca de su época. Consideremos las palabras de Daniel:

“en el año primero de su reinado, yo, Daniel, pude entender en los libros el número de los años en que, por palabra del Señor que fue revelada al profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años”. (Dan 9:2 LBLA)

Aunque Jeremías escribió sólo unas décadas antes, Daniel seguía reconociendo su autoridad divina.

Zacarías también reconoce la autoridad divina de sus predecesores proféticos. Escribe:

“Entonces vino a mí la palabra del Señor de los ejércitos, diciendo: Habla a todo el pueblo de la tierra y a los sacerdotes, y di: «Cuando ayunabais y os lamentabais en el quinto y el séptimo mes durante estos setenta años, ¿ayunabais en verdad por mí? ¿No son estas las palabras que el SEÑOR proclamó por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba habitada y próspera”? (Zac 7:4-7 LBLA)

Autores y fechas

Es cierto que no podemos ser demasiado precisos en cuanto a los autores y las fechas de los libros del Antiguo Testamento, especialmente de algunas obras históricas. Dicho esto, considere el siguiente cuadro que detalla los autores y las fechas de cada libro del Antiguo Testamento[1].

Tabla Cómo obtuvimos nuestra biblia: la formación del Antiguo Testamento

Uso de las fuentes

La inspiración no implica un dictado mecánico. Aunque los autores bíblicos dictaron la palabra de Dios de vez en cuando, también emplearon otros métodos, como la investigación de fuentes históricas. Considere los siguientes ejemplos:

“Por tanto se dice en el Libro de las Guerras del Señor”. (Núm. 21:14 LBLA)

“Y el sol se detuvo, y la luna se paró, hasta que la nación se vengó de sus enemigos. ¿No está esto escrito en el libro de Jaser?”. (Jos 10:13 LBLA)

“Los demás hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría, ¿no están escritos en el libro de los hechos de Salomón?”. (1 Reyes 11:41 LBLA)

“Los demás hechos que Amón hizo, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá?” (2 Reyes 21:25 LBLA)

Lo que demuestran estos textos es que los autores bíblicos no inventaron estas cosas. Hicieron una cuidadosa investigación antes de compilar sus obras.

Editores

La inspiración no excluye la edición. En otras palabras, Dios no sólo inspiró a los autores, sino que también inspiró a los editores para que modificaran y reorganizaran el texto. Sin excepción, los escritores del Nuevo Testamento, e incluso el propio Jesús, afirman la autoría mosaica del Pentateuco (Mateo 8:4; 19:8; Marcos 7:10; 12:26; Lucas 16:31; 20:37; 24:44; Hechos 3:22; 15:1; 26:22; 28:23; 1 Cor 9:9; Heb 9:19). Dicho esto, tenemos claros indicios de una edición posterior por parte de los escribas judíos. Consideremos los siguientes textos:

Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra”. (Num. 12:3 LBLA)

“Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en la tierra de Moab, conforme a la palabra del Señor. Y Él lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet-peor; pero nadie sabe hasta hoy el lugar de su sepultura”. (Deut 34:5-6 LBLA)

Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara”. (Deut 34:10 LBLA)

¿Se autodenominó Moisés la persona más mansa de la tierra e informó de su propia muerte y entierro? Y después de su muerte, ¿informó de que no había surgido ningún profeta semejante desde los tiempos de Moisés? ¿No supone esta última afirmación que ha pasado algún tiempo desde su muerte? En resumen, mientras que Moisés escribió el Pentateuco, los escribas posteriores editaron su obra en su forma actual.

Preservación

Sabiendo que se tardó mil años en escribir el Antiguo Testamento (1400-400 a.C.), ¿qué confianza podemos tener en su preservación? Al fin y al cabo, sabemos que hubo un periodo de tiempo en el que parece que el texto se había perdido y estaba fuera de uso (2 Reyes 22-23).

Al parecer, en la época del Antiguo Testamento existían “clanes de escribas” que copiaron y conservaban la Biblia hebrea (1 Crón 2:55). Desde entonces, los escribas judíos han copiado meticulosamente los textos con los mismos fines. Quizá los más famosos de estos escribas sean los masoretas y la familia Ben Asher del siglo V d.C.. Estos copistas profesionales contaban el número de palabras de cada página y conocían el número de palabras de cada libro, así como la palabra y letra central exactas de cada libro para asegurarse de que copiaban con precisión.

Además, los masoretas añadieron marcas vocales al texto, que de otro modo carecería de ellas. Hasta la década de 1940, los textos hebreos más antiguos que poseíamos eran textos masoréticos de los siglos IX y X.

Manuscritos del Mar Muerto

En 1947, un pastor llamado Muhammed edh-Dhib salió a buscar algunas de sus ovejas por la costa del Mar Muerto. Al pasar por una cueva, lanzó una piedra al interior con la esperanza de oír el balido de las ovejas. En lugar de eso, escuchó cerámica rompiéndose. Esa vasija destrozada dio lugar a uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX.

Desde entonces, los arqueólogos han descubierto más de un millar de documentos judíos antiguos en docenas de cuevas cercanas que datan del año 250 a.C. al 65 d.C. Estos textos pertenecían a la comunidad de Qumrán, también conocida como los esenios. Esta gente funcionaba como los monjes judíos, aislados de la mayor parte de la sociedad. Lo más probable es que la comunidad de Qumrán escondiera sus textos sagrados en estas cuevas durante la guerra con Roma (68-70 d.C.) con la esperanza de volver a ellos una vez que se asentara el polvo. Por desgracia, todos murieron durante la guerra, por lo que sus textos permanecieron ocultos durante dos mil años.

Entre estos documentos se encuentran todos los libros del Antiguo Testamento, excepto Ester. Quizá el texto más significativo sea un rollo completo de Isaías, que consta de veintisiete hojas de pergamino cosidas de extremo a extremo. Mide seis metros de largo. El pergamino data del año 120 a.C., es decir, es mil años más antiguo que el anterior texto más antiguo. Lo más significativo es que el rollo de Isaías difiere muy poco del texto masorético del siglo X, lo que demuestra que los escribas judíos conservaron cuidadosamente el texto original.

Canon del Antiguo Testamento

En el próximo artículo se examinarán la Septuaginta, los apócrifos y el canon del Antiguo Testamento.

*Para saber más sobre este tema, lea el útil libro de Timothy Paul Jone How We Got the Bible.

Referencias:

[1] Este gráfico es una modificación del de Timothy Paul Jones, How We Got the Bible, 31-33.

Recursos recomendados en Español: 

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek

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Ryan Leasure tiene un Máster en Artes por la Universidad de Furman y un Máster en Divinidad por el Southern Baptist Theological Seminary. Actualmente, es candidato a Doctor en Ministerio en el Southern Baptist Theological Seminary. También sirve como pastor en Grace Bible Church en Moore, SC.

Fuente original del blog: https://bit.ly/3Nnm8jP

Traducido por Jennifer Chavez

Editado por Elenita Romero

 

Por Jonathan McLatchie

Una prueba de fuego común para la ortodoxia cristiana es la adhesión a la doctrina de la inerrancia bíblica, que sostiene que el texto bíblico, en los autógrafos originales, está completamente libre de errores en todo lo que afirma. La doctrina de la inerrancia se desarrolla y define cuidadosamente en la Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica de 1978, que se puede encontrar aquí. En este artículo, voy a explorar los conceptos de la inspiración y la inerrancia de las Escrituras y a desarrollar cuidadosamente mi comprensión actual de este tema, y en particular cómo se relaciona con mi método apologético evidencialista. En pocas palabras, aunque defiendo la inspiración de las Escrituras y las considero altamente fiables, no veo que la inerrancia pueda deducirse de las Escrituras, al menos no con la suficiente claridad como para justificar un dogmatismo sobre el tema. En mi opinión, aunque hay algunos casos en las Escrituras que considero candidatos a errores menores, se puede suponer con seguridad que se hicieron de buena fe, y de ninguna manera ponen en duda la confiabilidad general de las Escrituras.

Para empezar, me gustaría invitar al lector a reflexionar sobre los conceptos de inspiración e inerrancia y lo que éstos sostienen.

16 Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (2 Tim 3:16-17).

La Biblia afirma aquí muy claramente que toda la Escritura es inspirada por Dios, y para descartar cualquier confusión, quiero afirmar muy claramente que mantengo esta declaración. Cuando piensas en el significado de “inspirado por Dios”, ¿qué te viene a la mente? ¿Evoca imágenes de Dios, a través de su Espíritu, dictando de alguna manera las palabras exactas, la sintaxis y el flujo argumental a las personas para que las escribieran; en otras palabras, que cada detalle de los libros de la Biblia fue determinado por Dios para que fuera exactamente como lo poseemos ahora? Podemos llamar a esto la “teoría del dictado” de la inspiración. Si esta hipótesis es la correcta, ¿qué opina del hecho de que, por ejemplo, los cuatro evangelios revelen diferentes personalidades autorales? De hecho, los distintos autores bíblicos suelen tener más gusto por determinadas palabras que por otras (como el uso frecuente que hace Marcos de la palabra εὐθὺς, que significa “inmediatamente”). O ¿por qué cree que Dios le dictó a Pablo que le pidiera a Timoteo que trajera su capa (2 Tim 4:13)? En Romanos 16:22, Tercio, el escriba de Pablo, interviene: “Yo, Tercio, que escribo esta carta, os saludo en el Señor.” La Escritura registra incluso un lapsus de memoria, ya que Pablo anota: “También bauticé a los de la casa de Estéfanas; por lo demás, no sé si bauticé a algún otro” (1 Cor 1:16). Además, el texto bíblico utiliza diferentes estilos literarios, desde el lenguaje realista de un campesino hebreo (Amós) hasta la poesía exaltada de Isaías. La Biblia también revela un abanico de diferentes emociones humanas, como la “gran tristeza” (Rom 9:2), la ira (Gal 3:1), la soledad (2 Tim 4:9-16) y la alegría (Fil 1:4).

Como tal vez puedas ver ya, la cuestión de lo que significa que la Escritura haya sido inspirada por Dios no está tan clara como podría parecer a primera vista. Por supuesto, para el erudito y el teólogo, esto no será una novedad, ya que la teoría del dictado de la inspiración ha sido ampliamente rechazada desde hace tiempo entre los pensadores cristianos, en gran medida por las razones expuestas anteriormente, entre otras muchas. Más adelante en este artículo, ofreceré mi opinión personal sobre lo que significa que la Biblia sea la palabra inspirada de Dios. Pero por ahora, volvamos a la cuestión de la inerrancia y examinemos qué es y si se puede deducir de la propia Biblia.

Inerrancia fuerte vs. débil

Distingo entre una forma fuerte de inerrancia (lo que a veces llamo inerrancia dogmática o a priori) y una forma débil de inerrancia (lo que a veces llamo inerrancia inductiva). La Declaración de Chicago refleja la forma fuerte de inerrancia, según la cual un cristiano fiel no puede admitir, ni siquiera en principio, ningún error bíblico. En su forma más fuerte, este punto de vista establece una visión extremadamente frágil de las Escrituras, que esencialmente insinúa que si se identificara un error en la Biblia, se demostraría que el cristianismo es falso. Aunque esto rara vez se afirma de forma tan explícita, a menudo está implícito. Norman Geisler, por ejemplo, defiende una forma fuerte de inerrancia, según la cual la Biblia no sólo no contiene errores, sino que no puede contenerlos.[1] Generalmente, cuando alguien pregunta si tú afirmas la inerrancia, tiene en mente esta forma fuerte de inerrancia.

Esto pone una vara muy baja para que el escéptico ofrezca razones suficientes para rechazar el cristianismo, ya que la Biblia es un gran libro con muchas miles de afirmaciones históricas que pueden ser evaluadas críticamente. Esto, a su vez, hace que los cristianos pierdan su fe, ya que la duda sobre la inerrancia se toma a menudo no sólo como un impulso para pensar más cuidadosamente sobre la naturaleza de la inspiración, sino como una razón de peso para reconsiderar la verdad de la cosmovisión cristiana en su conjunto. Aunque los defensores de esta forma fuerte de inerrancia suelen argumentar que la inspiración divina de las Escrituras implica su inerrancia, esta línea de razonamiento puede emplearse en dos direcciones: es decir, en la medida en que la doctrina de la inspiración implica la inerrancia, la demostración exitosa de probables errores en las Escrituras es epistémicamente relevante para la cuestión de si el texto bíblico es de hecho inspirado. En otras palabras, si es cierto que la inspiración implica la inerrancia, entonces no sólo los argumentos a favor de la inspiración proporcionan pruebas que confirman la inerrancia, sino que los argumentos contra la exactitud de las afirmaciones contenidas en la Biblia también proporcionan pruebas que desconfirman la inspiración.

Un punto de vista alternativo, que considero más razonable, es la forma débil de inerrancia, que deja abierta la posibilidad de descubrir que hay errores en las Escrituras, pero manteniendo que no hay errores de hecho (al igual que un libro de texto universitario podría en principio contener errores, pero de hecho puede no tenerlos). Esta última perspectiva es la que más se acerca a mi punto de vista, aunque creo que hay un puñado de detalles relatados por la Escritura para los que se puede argumentar razonablemente, teniendo en cuenta todas las cosas, que un error es la mejor explicación.

Las consecuencias de la demostración exitosa de errores en la Escritura

Me ocuparé ahora de evaluar las consecuencias epistémicas de la identificación de uno o varios errores en la Escritura. Si eres de la opinión de que no hay errores en las Escrituras, te pido que consideres esta cuestión simplemente como una hipótesis. Hay que reconocer que una demostración de la falsedad de la inerrancia constituiría una prueba contra la inspiración y, a su vez, contra el cristianismo, ya que hay que admitir que existe una cierta tendencia a la inerrancia si se sostiene que un libro está inspirado divinamente en algún sentido significativo, aunque no estoy convencido de que la inspiración implique necesariamente la inerrancia, dependiendo del modelo de inspiración que se adopte (como trataré más adelante). Es importante distinguir aquí entre evidencia y prueba. Un dato puede tender a desconfirmar una proposición (es decir, reducir un poco su probabilidad) sin que ello implique su falsedad. En principio, las pruebas de desconfirmación pueden superarse con suficientes pruebas de confirmación, y es normal que las proposiciones tengan tanto pruebas de confirmación como de desconfirmación.[2]

A algunos les puede preocupar que se espere que Dios garantice que las Escrituras no tengan errores, aunque hayan llegado a nosotros por medios humanos. Sin embargo, dado que hay cierto nivel de ambigüedad, a veces, incluso con respecto a lo que decía el autógrafo original, parece ser una conclusión razonable que, en lo que respecta a Dios, no es importante que tengamos certeza sobre cada pequeño detalle reportado en el texto bíblico. Por ejemplo, es famoso que Jesús dijera desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23:34). Sin embargo, muchos manuscritos importantes carecen de este versículo, lo que crea un cierto nivel de ambigüedad respecto a si este dicho forma parte del autógrafo original. Bruce Metzger comenta: “La ausencia de estas palabras en testigos tan tempranos y diversos… es muy impresionante y difícilmente puede explicarse como una escisión deliberada por parte de los copistas que, considerando la caída de Jerusalén como una prueba de que Dios no había perdonado a los judíos, no podían permitir que pareciera que la oración de Jesús había quedado sin respuesta”. Al mismo tiempo, el logion, aunque probablemente no forme parte del Evangelio original de Lucas, tiene indicios evidentes de su origen dominical, y fue conservado, entre dobles corchetes, en su lugar tradicional, donde había sido incorporado por copistas desconocidos en una época relativamente temprana de la transmisión del Tercer Evangelio”.[3] Con toda seguridad, la evidencia textual del Nuevo Testamento es suficiente para confiar en que lo que tenemos en nuestras Biblias es sustancialmente lo mismo que fue escrito por los autores originales, aunque quedan algunos casos en los que no se puede afirmar con seguridad la lectura original. La doctrina de la inerrancia, tal como se entiende convencionalmente, se aplica sólo a los autógrafos originales. Sin embargo, si la inerrancia era tan importante en los autógrafos originales, cabe preguntarse por qué Dios no preservó la inerrancia en la transmisión textual. Además, dado que, como ya he señalado, las Escrituras registran un lapsus de memoria (1 Cor 1:16), ¿no es al menos concebible que Dios pudiera potencialmente permitir que alguien recordara mal algo relativamente menor, como una secuencia precisa de eventos, etc.?

Dado que la inerrancia es una proposición de “todo o nada”, una vez que se ha admitido un solo error (y, por tanto, se ha falsificado la inerrancia), el peso probatorio contra el cristianismo que tienen las demostraciones posteriores de tipos de errores similares se reduce sustancialmente. Algunos errores propuestos tendrían mayores consecuencias que otros. Algunos errores afectarían sólo a la doctrina de la inerrancia (además de ser epistémicamente relevantes para la fiabilidad sustancial de determinados libros bíblicos), mientras que otros (como la inexistencia de un sólido Adán histórico, por ejemplo), al estar inextricablemente ligados a otras proposiciones centrales del cristianismo, serían mucho más graves.

Diferentes fuentes de errores y sus consecuencias

Otro factor que influye en la consecuencia epistémica de los errores bíblicos es el origen de los mismos. Las distorsiones deliberadas de los hechos, por ejemplo, tienen un efecto negativo mucho mayor tanto en la doctrina de que el libro es inspirado como en la fiabilidad sustancial del documento que los errores introducidos de buena fe. Una preocupación habitual de los inerrantistas es que admitir la presencia de un error en la Escritura conduce necesariamente a una pendiente resbaladiza, ya que entonces todo texto puede considerarse “en juego”. Esta objeción supone que no hay un modo fiable de discernir lo que es verdadero en la Escritura, a menos que asumamos que todo lo es. Sin embargo, esta crítica parece basarse en la falsa premisa de que suponer la inerrancia da una certeza del cien por ciento sobre cada afirmación de la Escritura. Esto, sin embargo, es falso, ya que se trata siempre de una valoración probabilística. Se puede objetar aquí que los que sostienen una forma fuerte de inerrancia hacen una estipulación a priori de la inerrancia, que implica una certeza del cien por ciento sobre la veracidad de cada afirmación de la Escritura. Sin embargo, si este es el caso, entonces tiene poco sentido hablar de pruebas a favor o en contra de la veracidad de cualquier afirmación proposicional concreta contenida en los relatos bíblicos, ya que las pruebas, por definición, aumentan o reducen la probabilidad de una hipótesis.

Además, creo que podemos demostrar inductivamente (a partir de un caso acumulativo basado en numerosas confirmaciones y corroboraciones de las Escrituras) que los documentos bíblicos se ajustan mucho a los hechos, son habitualmente veraces y sustancialmente dignos de confianza. Eso significa que cualquier afirmación que hagan estas fuentes constituye una prueba confirmatoria prima facie de que esos hechos ocurrieron realmente. Por lo tanto, está justificado creer incluso en detalles de las Escrituras para los que actualmente carecemos de una confirmación directa basada en la naturaleza de estos documentos. Un documento que ha demostrado ser sustancialmente fiable proporciona pruebas de su contenido, incluidas las proposiciones que no pueden ser confirmadas de forma independiente. Por lo tanto, si se demuestra que los Evangelios y Hechos son sustancialmente fiables (como yo sostengo), queda una base inductiva para confiar en los relatos incluso en aquellos asuntos que no pueden ser verificados independientemente. Este argumento inductivo no es incompatible con la existencia de algunos errores de buena fe. Se puede hacer un caso similar con respecto a los libros del Antiguo Testamento, aunque esto requiere mucho más trabajo para demostrarlo (ya que el Antiguo Testamento es mucho más grande que el Nuevo Testamento, y se refiere a eventos que están significativamente más alejados de nosotros en el tiempo que aquellos de los que se ocupa el Nuevo Testamento). Sin embargo, se pueden aducir importantes pruebas indirectas a favor de la fiabilidad del Antiguo Testamento (o al menos los lineamientos generales de la historia judía) a partir del testimonio de Jesús, suponiendo (como creo que es el caso) que los argumentos que confirman la identidad de Jesús como Dios encarnado (como el caso de su resurrección) se mantengan. Si, por otro lado, resultara que hay casos de fabricaciones deliberadas en los relatos bíblicos, entonces sí se produciría el problema de la pendiente resbaladiza que preocupa a los inerrantistas. Si los autores están dispuestos a distorsionar la verdad en una o más ocasiones, entonces uno podría preguntarse razonablemente qué más se ha tergiversado.

El punto de vista de la inerrancia fuerte también conlleva una posible pendiente resbaladiza

Además, la forma fuerte de inerrancia se encuentra con un problema similar, posiblemente más grave, de pendiente resbaladiza si las armonizaciones de uno emplean teorías de composición literaria de ficción (como las propuestas por Michael Licona).[4] Por ejemplo, si era una práctica aceptable en la época, y también una característica de los evangelios, que escenas enteras pudieran ser inventadas o detalles cambiados con el fin de hacer un punto teológico (como se sugiere en Why are there differences in the gospels? De Michael Licona), ¿cómo se puede estar seguro de que cualquier detalle en los evangelios no ha sido objeto de esta práctica? Afortunadamente, no creo que las pruebas que aporta Licona justifiquen sus conclusiones (por ejemplo, véase el libro de respuesta de Lydia McGrew The Mirror or the Mask (El espejo o la máscara) para una discusión y crítica detalladas de la tesis de Licona).[5]

En mi opinión, la opción epistémicamente menos costosa es adoptar el punto de vista que represento en este artículo. Por supuesto, también existe la opción de confesar la ignorancia y afirmar abiertamente que actualmente no sabemos cómo armonizar estos textos. Sin embargo, esto, en mi opinión, parece ir en contra del espíritu del evidencialismo, en el que uno opta por seguir las pruebas hasta donde le lleven.

¿Afirma la Escritura inequívocamente la inerrancia?

Vale la pena señalar que en ninguna parte de las Escrituras se afirma inequívocamente la inerrancia. Probablemente el texto más fuerte que sugiere la inerrancia es Juan 10:34 donde Jesús, refiriéndose al Antiguo Testamento, afirma que “la Escritura no se puede violar”. Aunque este texto crea un buen caso prima facie para la inerrancia, se supera con bastante facilidad si se descubren pruebas reales de errores fácticos concretos en las Escrituras. En ese caso, probablemente esté justificado interpretar que Jesús se refiere a los mandamientos de la Escritura y a sus enseñanzas morales y teológicas (cf. Mt 5:19; Jn 7:23), que es como está utilizando el Salmo en el contexto de este versículo. Se puede argumentar con más fuerza que Jesús afirmó la fiabilidad sustancial de las Escrituras del Antiguo Testamento, especialmente cuando Jesús se refiere a los acontecimientos. Por ejemplo, en Marcos 2:25-26, Jesús dice a los fariseos: “Y Él les dijo: ¿Nunca habéis leído lo que David hizo cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y sus compañeros, cómo entró en la casa de Dios en tiempos de Abiatar, el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados que no es lícito a nadie comer, sino a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con él?” Aunque este texto (y otros similares) sugiere con bastante fuerza que Jesús consideraba que la Biblia hebrea era sustancialmente digna de confianza, incluso esta interpretación está sujeta a dudas. Lo que me parece muy seguro es que Jesús afirmó los lineamientos generales de la historia judía tal y como los relatan las Escrituras hebreas. Hay que señalar que esto no requiere necesariamente que la propia Biblia hebrea sea fiable (aunque creo que las pruebas sugieren con fuerza que lo es; véase la lista de recursos más abajo).

Siempre que se interpreta un texto escrito, especialmente un texto antiguo, suele haber cierto grado de incertidumbre en la interpretación. El significado de algunos pasajes es más incierto que el de otros. Cuanto menor sea la probabilidad de nuestra interpretación, más fácil será superar el peso probatorio de esos textos con otras pruebas. De hecho, ésta es la base del principio hermenéutico común de que los pasajes menos claros deben interpretarse a la luz de los más claros. En cierto sentido, pues, todo está estratificado. ¿Implican las palabras de Jesús que el Antiguo Testamento es inerrante? Es plausible, pero no muy seguro. ¿Implican que todo el Antiguo Testamento es sustancialmente fiable? Bastante probable, pero todavía discutible. ¿Implican que David existió y que ciertos eventos particulares tuvieron lugar? Muy probable. Para resumir mi argumento, el caso de que Jesús creyera que David existió es obviamente mucho más fuerte que el caso de que creyera que todo el libro en el que ocurrió esa historia es fiable. Hay un buen caso para esto último, sin duda. Pero me parece poco probable que sea lo suficientemente fuerte como para que tengamos que desechar las pruebas tan convincentes de la identidad de Jesús (como el caso de la resurrección) si resulta que no es cierto. Algunos querrán señalar aquí que otro factor relevante es la probabilidad de que los informes de los evangelios ofrezcan un informe preciso de las cosas que dijo Jesús, en particular en relación con el Antiguo Testamento. Sin embargo, considero que la probabilidad aquí es bastante alta, dado el gran número de declaraciones que Jesús hace en los evangelios en relación con el Antiguo Testamento, combinado con la evidencia (que considero bastante sustancial) de que los evangelios proporcionan relatos sustancialmente fiables del ministerio y las enseñanzas de Jesús. Además, ciertos aspectos del ministerio de Jesús (como su cumplimiento del simbolismo de la Pascua, la relación de su muerte con la caída de Adán, su condición de Mesías davídico prometido en el Antiguo Testamento) implican que, al menos, los lineamientos generales de la historia judía, relatados en las Escrituras hebreas, son verdaderos. (Para evitar cualquier confusión, en este artículo no estoy discutiendo la fiabilidad del Antiguo Testamento per se. Lo que estoy examinando es lo que significa para la fiabilidad del Antiguo Testamento el hecho de que Jesús mencione pasajes y personas del Antiguo Testamento).

Debido a la naturaleza religiosamente significativa del acontecimiento de la resurrección, la inerrancia y fiabilidad del Antiguo Testamento, así como la veracidad de los lineamientos generales de la historia judía tal como se relata en la Biblia, son epistémicamente relevantes para la probabilidad previa de la resurrección. Es común entre los apologistas afirmar que, si se pueden aducir pruebas suficientes para apoyar la proposición de que Jesús resucitó de entre los muertos (un acontecimiento que se considera, con razón, la reivindicación por parte de Dios de las auto proclamaciones mesiánicas y divinas de Jesús), entonces se deduce necesariamente que el Antiguo Testamento debe ser fiable, ya que Jesús afirmó la inspiración y la fiabilidad de la Biblia hebrea. Este argumento tiene algo de cierto, ya que el testimonio de Jesús proporciona una prueba indirecta que confirma la inspiración y la fiabilidad del Antiguo Testamento. Sin embargo, también hay que reconocer que este argumento puede aplicarse en ambas direcciones. Las demostraciones exitosas de la falsedad de la inerrancia, de la falta de fiabilidad del Antiguo Testamento y de la falsedad de los lineamientos generales de la historia judía relatados en la Biblia hebrea serían evidencias indirectas que desconfirmarían la resurrección (por la vía de reducir la probabilidad previa -es decir, la probabilidad de que Jesús resucitara dada sólo la información de fondo-), aunque su valor probatorio para desconfirmar la resurrección sería variable.

Un matiz importante que a menudo se pasa por alto es que no es necesario que el texto del Antiguo Testamento sea fiable para que el argumento general, o incluso los detalles particulares, sean correctos (aunque yo mismo sostengo que la Biblia hebrea es un conjunto de documentos sustancialmente fiables y, por lo tanto, la siguiente discusión debe tomarse como puramente hipotética). Si se demostrara con éxito que los libros que componen la Biblia hebrea no son fiables desde el punto de vista histórico, se eliminaría la evidencia directa de los acontecimientos en cuestión, mientras que se dejaría intacta la evidencia indirecta (es decir, el testimonio de Jesús combinado con el caso de su deidad). Los documentos poco fiables son como el “ruido”, lo que significa que sus afirmaciones proposicionales no proporcionan por sí mismas pruebas de lo que afirman. Sin embargo, de esto no se deduce que la mayoría, todas o incluso las afirmaciones más destacadas contenidas en esos documentos sean falsas. Así, aunque hubiera pruebas positivas que revelaran que el Antiguo Testamento no es fiable, esto no sería necesariamente una razón positiva para concluir que, por ejemplo, David no existió o que el Éxodo no ocurrió. Una novela histórica puede ser una fuente de información poco fiable para un historiador, pero una demostración en ese sentido no implicaría que varias proposiciones de la novela no pudieran deducirse como verdaderas por otros motivos. Así, aunque las fuentes históricas contenidas en el Antiguo Testamento resultasen poco fiables, se podría concluir racionalmente, como mínimo, que las proposiciones clave del Antiguo Testamento son ciertas sobre la base de una prueba indirecta, a saber, el testimonio de Jesús. Por lo tanto, soy de la opinión de que para reducir la probabilidad previa de la resurrección lo suficiente como para superar el caso acumulativo positivo a favor de la misma, habría que hacer algo más que simplemente mostrar la falta de fiabilidad del Antiguo Testamento: también habría que montar un caso positivo fuerte de que las proposiciones importantes (como la historicidad de Adán; la aparición de Dios a Abraham, Isaac y Jacob; el Éxodo; la existencia del rey David y las promesas de Dios a él, etc.) son falsas. La carga de la prueba asociada a la negación de esas proposiciones sería un reto a cumplir.

Para que conste, creo que se puede hacer un caso convincente para la fiabilidad sustancial del Antiguo Testamento, y la discusión anterior debe ser tomada puramente hipotética!!!!!!!!!!!!!. Para cualquier persona interesada en este caso, aquí hay una lista de libros y recursos que recomendaría:

  • Kenneth A. Kitchen, On the Reliability of the Old Testament(Grand Rapids, MI; Cambridge, U.K.: William B. Eerdmans Publishing Company, 2006).
  • Walter C. Kaiser Jr., The Old Testament Documents: Are They Reliable & Relevant? (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2001), 92–93.
  • Clive Anderson y Brian Edwards, Evidence for the Bible (Leominster: Day One, 2014).
  • Daniel I. Block, ed., Israel — Ancient Kingdom or Late Invention? (North Nashville, TN: B&H Publishing Group, 2008).
  • James K. Hoffmeier, Alan R. Millard, & Gary A. Rendsburg, ed. “Did I Not Bring Israel Out of Egypt?” Biblical, Archaeological, and Egyptological Perspectives on the Exodus Narratives, Bulletin for Biblical Research Supplement 13 (University Park, PA: Eisenbrauns, 2016).
  • Gleason Archer Jr., A Survey of Old Testament Introduction, 3rd. ed. (Chicago: Moody Press, 1994).
  • Titus Kennedy, “Is the Exodus History? A Conversation with Dr. Titus Kennedy?”, entrevistado por Jonathan McLatchie, Apologetics Academy, May 21, 2020, video, https://youtu.be/czUyRQ6rUXw
  • Stephen C. Meyer, “Is the Bible Reliable? Building the Historical Case,” TrueU Season 2, Focus on the Family, 2011, video series,
    https://www.amazon.com/How-Archaeology-Backs-New-Testament/dp/B00XWWV3O0/

Hay muchos otros buenos recursos, por supuesto, pero esto debería ser más que suficiente para que empieces a investigar.

Un modelo propuesto de inspiración bíblica

Si la inerrancia es falsa, ¿cómo puede afectar eso a la doctrina de la inspiración? Está claro que el concepto bíblico de inspiración no es como el concepto musulmán, que realmente implica la inerrancia en sentido fuerte. La opinión tradicional entre los musulmanes suníes es que el Corán ha sido inscrito en tablas en el Paraíso para toda la eternidad (Surah 85:22). Todos los musulmanes consideran que el Corán fue dictado por el ángel Gabriel al supuesto profeta Mahoma durante un periodo de veintitrés años, desde diciembre del 609 hasta el 632 d.C., cuando murió Mahoma. Según el punto de vista islámico, el Corán representa realmente el discurso directo de Alá. Podemos llamar a esta visión de la inspiración “teoría del dictado”. Históricamente, los cristianos no han sostenido la teoría del dictado de la inspiración, y por muy buenas razones, ya que este punto de vista está plagado de problemas muy graves, como se ha comentado anteriormente.

Si se descarta la teoría del dictado, ¿qué interpretación de la inspiración debe preferirse? Desafortunadamente, la Escritura no es nada clara en cuanto a lo que significa exactamente que la Escritura sea, como dijo Pablo, θεόπνευστος (“inspirada por Dios”) (2 Tim 3:16). Mi teoría de la inspiración, a la que no puedo concebir una alternativa plausible después de que la teoría del dictado está fuera de la mesa, es que Dios designó a ciertos individuos -apóstoles y profetas- a los que impartió ideas reveladoras especiales. Luego, encomendó a esas personas que escribieran lo que Dios les había dado a conocer en su propia voz. Esto significa que, en principio, los mismos conceptos podrían haberse expresado con palabras completamente diferentes y seguirían teniendo la autoridad de ser la Palabra de Dios. Por tanto, en mi opinión, no son las palabras de la Escritura las que están inspiradas, sino el significado de la Escritura. Por supuesto, hay excepciones en las que las Escrituras fueron dictadas por Dios (en particular, los diez mandamientos y los pasajes “Así dice el Señor”). Debido a la naturaleza de esos pasajes, yo sostendría que esos son verdaderamente inerrantes en el sentido fuerte.

Una de las objeciones que he encontrado al punto de vista que propongo aquí es que implica que el centro de la inspiración son los autores y no las propias Escrituras, mientras que en 2 Timoteo 3:16-17 se afirma que es la Escritura la que es “inspirada por Dios”. Sin embargo, esta objeción me parece que es una división de opiniones. Evidentemente, sea cual sea el punto de vista de la inspiración que se adopte, son los autores los que son objeto de inspiración (ya que el texto bíblico fue escrito por hombres y el texto refleja las personalidades y estilos distintivos de sus autores humanos). Si uno se aleja de la teoría del dictado de la inspiración, como se ve obligado por muchos factores, entonces me parece que un escenario que es al menos similar al punto de vista que he propuesto es la única alternativa viable.

El caso de la armonización

Aunque no estoy comprometido con la inerrancia como cuestión de principios, soy un ávido defensor de la práctica de la armonización. Las fuentes que han demostrado ser sustancialmente fiables constituyen una prueba de sus afirmaciones. Esto es cierto tanto si se trata de un texto de importancia religiosa como de otro tipo. Por lo tanto, si uno identifica una aparente discrepancia entre fuentes fiables (como los evangelios), el curso de acción racional es buscar una forma plausible de armonizar esos textos. Aunque esta práctica se suele rechazar en la erudición bíblica, creo que el sesgo académico contra la armonización es bastante irracional. Considero que la armonización es una práctica académica buena y responsable, tanto si se trata de fuentes religiosas significativas como de fuentes seculares. Se debe permitir que las diferentes fuentes que se cruzan en su informe de un evento particular se iluminen y aclaren mutuamente. También creo que las fuentes que han demostrado ser altamente fiables deben recibir el beneficio de la duda cuando hay una aparente discrepancia. En mi opinión, en tales casos, se deben buscar armonizaciones razonables como primer puerto de escala y sólo se debe concluir que el autor está equivocado si las posibles armonizaciones son inverosímiles. Lydia McGrew expone bien este punto[6]:

La armonización no es un ejercicio esotérico o religioso. Los cristianos que estudian la Biblia no deben dejarse intimidar por la insinuación de que se dedican a la armonización sólo por sus compromisos teológicos y que, por tanto, están falseando los datos por razones no académicas. Por el contrario, cabe esperar que las fuentes históricas fiables sean armonizables, y normalmente lo son cuando se conocen todos los hechos. Intentar ver cómo encajan entre sí es un método extremadamente fructífero, que a veces incluso da lugar a conexiones como las coincidencias no diseñadas de las que se habla en Hidden in Plain View. Esta es la razón por la que persigo la armonización ordinaria entre las fuentes históricas y por la que a menudo concluyo que una armonización es correcta.

Los lectores que estén interesados en el caso de la sólida fiabilidad de los relatos evangélicos están invitados a leer otros artículos que he publicado sobre este tema o a escuchar esta entrevista.

Una consideración importante en lo que respecta a la evaluación de las armonizaciones, que a menudo se pasa por alto, es que el peso probatorio de un error o una contradicción propuestos en las Escrituras se relaciona no tanto con la probabilidad de cualquiera de las armonizaciones propuestas como con la disyunción de las probabilidades asociadas a cada una de las armonizaciones candidatas. Para poner un ejemplo simplista, si uno tiene cuatro armonizaciones que tienen cada una un 10% de probabilidad de ser correctas, entonces el peso probatorio del problema es significativamente menor que si sólo se tuviera una de ellas, ya que la disyunción de las probabilidades relevantes sería del 40%. Por lo tanto, el texto sólo tendría una probabilidad ligeramente mayor de ser erróneo que de no serlo (y los argumentos inductivos a favor de la fiabilidad sustancial pueden inclinar la balanza a favor de dar al autor el beneficio de la duda). En realidad, por supuesto, las matemáticas son bastante más complicadas que esto, ya que hay que considerar si alguna de las armonizaciones se superpone o se implica de tal manera que las probabilidades no pueden sumarse entre sí. Por supuesto, si algunos de los disyuntos tienen una probabilidad muy baja de ser correctos, entonces no serán de mucha ayuda.

Fuertes candidatos a errores en las Escrituras

En esta sección, quiero discutir un puñado de ejemplos de proposiciones históricas contenidas en las Escrituras que considero fuertes candidatos a ser errores reales en los autógrafos originales. A veces otros cristianos me disuaden de discutir públicamente las evidencias que tienden a desconfirmar el cristianismo, aunque yo sostengo que esas evidencias están suficientemente contrarrestadas por evidencias confirmatorias más fuertes y numerosas. El razonamiento de estos disuasores es que, al llamar la atención sobre los aspectos más problemáticos de las pruebas, corro el riesgo de hacer que la gente, quizá los jóvenes creyentes, duden de la verdad del cristianismo. Comprendo muy bien y aprecio esta preocupación. Tengo un afecto particular por los cristianos que luchan con dudas intelectuales y durante varios años he dirigido un servicio de asesoramiento en línea para los cristianos que luchan con dudas racionales. Sin embargo, creo que la integridad intelectual me obliga a dar a conocer los puntos fuertes y débiles de la interpretación cristiana de las evidencias relevantes, a expresar cómo interpreto yo los datos y a permitir que la gente llegue a sus propias conclusiones. El apologista no está llamado a asumir el papel de abogado defensor, comprometiéndose a defender la veracidad de su posición pase lo que pase. Más bien, el apologista debe asumir el papel de un periodista de investigación, informando para el consumo popular de los resultados de una investigación justa y equilibrada. Si no estamos dispuestos a hablar públicamente de las vulnerabilidades intelectuales de la posición cristiana, ¿qué nos diferencia de personas como el clérigo musulmán Yasir Qadhi, que recientemente dijo en una entrevista con Mohammed Hijab que las pruebas que desafían la narrativa estándar de la preservación del Corán no deben ser discutidas en público?

Por supuesto, esta actitud no se limita a la apologética religiosa, como ha puesto de manifiesto la reciente censura durante las elecciones estadounidenses por parte de los medios de comunicación y las redes sociales de información que podría disuadir a la gente de votar por Biden y Harris. En 2010, dos ateos, el filósofo Jerry Fodor y el científico cognitivo Massimo Piattelli-Palmarini, publicaron un libro en el que planteaban varias cuestiones que consideraban problemas sin respuesta relacionados con la teoría de la evolución por selección natural de Darwin.[7] En el precio, señalan,

Más de un colega nos ha dicho que, aunque Darwin se equivocara sustancialmente al afirmar que la selección natural es el mecanismo de la evolución, no debemos decirlo. No, en todo caso, en público. Hacerlo es, aunque sea inadvertidamente, alinearse con las Fuerzas de la Oscuridad, cuyo objetivo es desprestigiar la Ciencia. No estamos de acuerdo. Creemos que la manera de incomodar a las Fuerzas de la Oscuridad es seguir los argumentos dondequiera que nos lleven, difundiendo la luz que uno pueda en el curso de hacerlo. Lo que hace que las Fuerzas de la Oscuridad sean oscuras es que no están dispuestas a hacer eso. Lo que hace que la Ciencia sea científica es que lo es.

Estoy muy de acuerdo con el espíritu de esos comentarios. De hecho, como en el caso de la evolución, si el cristianismo es verdadero (que estoy convencido de que lo es), no deberíamos temer que la gente esté expuesta a toda la información que necesita para formarse su propia opinión. Por supuesto, esto no justifica la imprudencia. Uno debe tener cuidado de hacer la debida diligencia en la realización de un análisis adecuado de las pruebas pertinentes antes de dejar constancia de las pruebas que son problemáticas, al igual que uno debe hacer antes de dejar constancia de las pruebas que confirman la verdad del cristianismo.

A continuación, expondré un pequeño puñado de casos en los que creo que se puede argumentar razonablemente que los relatos evangélicos son erróneos, aunque sostengo que todos esos ejemplos son explicables de forma plausible como el resultado de un error cometido de buena fe, y no de una distorsión deliberada de los hechos. Para los ejemplos que siguen estoy convencido de que la mejor explicación es una variación en la memoria de los testigos oculares. Aunque he seleccionado ejemplos para los que no creo que ninguna de las armonizaciones tradicionales funcione (o que sean, al menos, bastante menos plausibles que la hipótesis del error), estoy abierto a que me convenzan de lo contrario.

Nuestro primer ejemplo es la localización que hace Mateo de la maldición de la higuera y su vinculación con el día de la limpieza del Templo. Marcos 11:12 da a entender que la limpieza del templo tuvo lugar después de la maldición de la higuera, mientras que Mateo 21:18 da a entender que la maldición de la higuera tuvo lugar al día siguiente de la limpieza del templo. Aunque los antiguos a veces narraban los acontecimientos a-cronológicamente (es decir, sin precisión cronológica), no hay ninguna razón para creer que los antiguos consideraran una práctica aceptable narrar los acontecimientos históricos de forma discronológica (es decir, incluyendo marcadores temporales que tergiversan o engañan respecto a la cronología de los acontecimientos).

Nuestro segundo ejemplo es la cuestión del centurión que acude a Jesús en Mateo 8 frente a que él envía a Jesús a los ancianos de los judíos en Lucas 7. Los armonizadores tradicionales intentan a menudo establecer un paralelismo entre esto y pasajes como Mateo 27:26/Marco 15:15/Juan 19:1 en los que se nos dice que Pilato azotó a Jesús (cuando en realidad, sabemos que no fue el propio Pilato quien hizo la flagelación sino los soldados bajo su mando).[8] Sin embargo, en este último caso, sabemos que nadie habría pensado que Pilato azotó personalmente a Jesús, mientras que esto es muy diferente de lo que tenemos en el caso del centurión. En Mateo, hay indicios bastante claros (a mi entender) de que Mateo pensó que el centurión vino en persona. Lydia McGrew señala varios problemas con la armonización tradicional de estos textos: “La narración de Mateo es bastante unificada en su apariencia de que el centurión está presente personalmente. La afirmación final de que Jesús dijo al centurión: ‘Ve, y como creíste, te sea hecho’, donde la orden está en singular, es particularmente difícil de cuadrar con la solución agustiniana. Si el centurión estuviera en su casa enviando mensajeros a Jesús, no necesitaría ir a ninguna parte. Y si Jesús estuviera hablando con los mensajeros, no habría utilizado el singular.”[9] McGrew concluye, y yo me inclino a estar de acuerdo, que la explicación más sencilla de esta discrepancia es “una simple variación de memoria entre los testigos.”[10]

Un tercer caso es el aparente conflicto entre Juan 12:1 y Marcos 14:3, ya que Juan sitúa la unción en Betania seis días antes de la Pascua, mientras que Marcos parece situarla dos días antes de la Pascua. Juan da a entender que tuvo lugar poco después de la llegada de Jesús a Betania (antes de la entrada triunfal en Jerusalén), mientras que Marcos da a entender que tuvo lugar después de la entrada triunfal. Craig Blomberg propone que Marcos narra deliberadamente los acontecimientos a-cronológicamente por razones temáticas, ya que Jesús dice que la unción es para su entierro (Mc 14:8; Jn 12:7). Señala que “Marcos 14:3… está unido al versículo 2 simplemente por una kai (y) y pasa a describir un incidente que tiene lugar en algún momento no especificado mientras Jesús ‘estaba en Betania’. Una vez que observamos que tanto Marcos como Juan presentan a Jesús interpretando la unción como una preparación para su entierro, se puede entender por qué Marcos inserta el relato inmediatamente antes de una descripción de otros presagios de su muerte, incluyendo su última cena con los Doce.”[11] Otra idea, que también implica apelar a la narración a-cronológica, ha sido propuesta por el difunto Steve Hays, a saber, que Marcos pudo haber compuesto los versículos 14:1-2 y posteriormente interrumpir su escritura antes de volver a escribir sobre la unción en Betania como otro episodio ocurrido durante la semana de la Pasión (aunque sin intención de conectarlo con los versículos 1-2, que afirman que faltaban dos días para la Pascua).[12] Sin embargo, según la hipótesis de una narración cronológica, cabría esperar que Marcos proporcionara más información sobre lo que ocurrió el miércoles, antes de la discusión de la unción en Betania. En cambio, casi no hay narración en Marcos entre ese cuidadoso marcador cronológico y la unción en Betania. Todo lo que Marcos nos dice respecto a ese día es que “los jefes de los sacerdotes y los escribas buscaban la manera de prenderlo a escondidas y matarlo, pues decían: “buscaban cómo prenderle con engaño y matarle; porque decían: No durante la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo” (Mc 14:1-2), pero Marcos ya ha indicado en el versículo 12:12 que “Y procuraban prenderle, pero temían a la multitud, porque comprendieron que contra ellos había dicho la parábola. Y dejándole, se fueron.” Lydia McGrew comenta[13],

Dado que Marcos introduce el día en el versículo 14:1, es de suponer que pretende narrar algunos acontecimientos sustanciales que sucedieron en ese día. ¿Por qué iba a hacer una referencia temporal tan explícita en el versículo 14:1, narrar sólo la decisión de los líderes judíos en ese día, interrumpir bruscamente para contar algo que había sucedido varios días antes, y luego volver en el versículo 10 a la narración de los acontecimientos del miércoles? Se trataría de un proceso de composición extremadamente entrecortado, casi como si ni siquiera hubiera leído lo que había escrito por última vez cuando empezó a narrar la cena en Betania. E incluso si ese fuera el caso, ¿por qué no tendría un mejor indicador de tiempo al volver al miércoles en el versículo 10? Marcos ha ido indicando los días en su narración de la Semana de la Pasión desde el domingo hasta el miércoles con bastante claridad (Marcos 11:11-12, 19-20, 13:1-3, 14.1). Sería sorprendente que de repente comenzara a narrar acronológicamente en el versículo 14:3, incluso como un artefacto de ruptura y reanudación de la escritura. Es mucho más sencillo considerar que la intención de Marcos es que todos los acontecimientos del principio del capítulo 14 ocurran el miércoles.

Un último ejemplo que voy a comentar aquí es el que considero la única discrepancia real entre los relatos de la natividad de Mateo y Lucas (tal vez trate otras supuestas discrepancias entre estos relatos, que me parecen poco convincentes, en un futuro artículo). Al parecer, Lucas desconoce la huida a Egipto que se relata en Mateo 2:13-15. Esto no sería un problema en sí mismo, ya que la omisión no es lo mismo que la negación, y Mateo y Lucas se basan evidentemente en fuentes diferentes (aunque complementarias). Sin embargo, Lucas 2:22-38 se refiere a la dedicación de Jesús en el templo y a la ceremonia de purificación. Cuando una mujer daba a luz un hijo, se la consideraba ceremonialmente impura durante cuarenta días (Lv 12:2-5). Después de este período, debía ofrecer un cordero de un año y una paloma o un pichón (Lev 12:6), aunque si era pobre podía ofrecer dos palomas o pichones (Lev 12:8). La ofrenda de María, por tanto, indica que ella y José eran pobres (Lc 2:24). Lucas 2:39 indica que “Habiendo ellos cumplido con todo conforme a la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.” El texto implica claramente que fue muy poco después de la purificación cuando volvieron a su casa, mientras que Mateo indica firmemente que la familia de Jesús permaneció en Belén durante un tiempo considerable después del nacimiento de Jesús y sólo volvió a Nazaret tras la huida a Egipto. ¿Se puede explicar esta aparente discrepancia? Personalmente, creo que la explicación que tiene más sentido es que las fuentes de Lucas (que pueden haber sido escritas, orales o una combinación de ambas) no contenían un relato de la venida de los magos, la matanza de los niños en Belén o la huida a Egipto. Creo que la principal fuente de Lucas para su relato de la natividad fue María. Es una conjetura razonable que María haya contado a Lucas la historia de Simeón y Ana en el templo (Lc 2:25-38) antes de pasar al siguiente relato diciendo algo así como “Y más tarde, cuando vivíamos en Nazaret, solíamos venir todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”. Tal vez Lucas supuso de forma natural que habían regresado a Nazaret inmediatamente después de la presentación en el templo, y por ello escribió una transición que conectaba los dos relatos.

El problema de la disminución de las probabilidades

Un punto importante que a menudo se pasa por alto cuando se discuten las discrepancias evangélicas y los candidatos al error es el problema de la disminución de las probabilidades. Este problema tiene que ver con el hecho de que nunca tenemos la certeza absoluta de que un texto determinado no está equivocado, sino que se trata siempre de una evaluación probabilística que se basa en consideraciones tales como la fiabilidad general del texto en cuestión, los aspectos problemáticos del texto (como una aparente discrepancia con otras fuentes), las pruebas directas que influyen en la afirmación en cuestión, etc. Esto significa que si tenemos un conjunto de textos que tienen una probabilidad razonable de estar equivocados, la probabilidad de que todos los textos no contengan un error disminuye con los ejemplos sucesivos. Supongamos, por ejemplo, que tenemos un conjunto de cuatro aparentes discrepancias entre los relatos evangélicos (como he enumerado anteriormente). Supongamos hipotéticamente que cada uno de esos textos, considerado individualmente (teniendo en cuenta las armonizaciones propuestas y consideraciones como la fiabilidad general de los textos) tiene, por término medio, un 30% de probabilidades de contener un error. En ese caso, la probabilidad de que uno de ellos esté realmente en el error sería calculable por 1-0.74, que sería aproximadamente 0,76. Así pues, la demostración de que un texto individual tiene, en conjunto, más probabilidades de ser armonizable que de no serlo, no implica que no haya una alta probabilidad de que al menos algunos de esos textos estén de hecho en error.

El peso probatorio de las discrepancias aparentes y reales

Ya he escrito antes sobre el fenómeno de las variaciones conciliables, llamado así por el erudito anglicano del siglo XIX Thomas Rawson Birks.[14] Una variación conciliable se refiere a cuando existen dos relatos del mismo acontecimiento o, al menos, dos relatos que parecen cruzar el mismo territorio en algún punto y, a primera vista, parecen tan divergentes que resulta casi incómodo; pero luego, al reflexionar más, resultan ser conciliables de alguna manera natural después de todo. Cuando dos relatos parecen al principio tan divergentes que uno no está seguro de que puedan reconciliarse, eso es una prueba significativa de su independencia. Cuando, tras un examen más detallado o al conocer más información, resultan ser conciliables sin forzarlas, es casi seguro que se trata de relatos independientes que encajan. Las discrepancias reales entre los relatos, como las que he comentado anteriormente, también tienden a apoyar la independencia de los relatos. Por lo tanto, se podría decir que las discrepancias reales entre los relatos evangélicos tienen múltiples vectores epistémicos: son negativamente relevantes desde el punto de vista epistémico para la fiabilidad de los relatos y, al mismo tiempo, apoyan la independencia de las narraciones en sentido más amplio (y los relatos independientes que se solapan en relación con un acontecimiento constituyen una prueba de su verdad).

En alguna ocasión me han preguntado si, de forma similar al caso acumulativo que yo construiría para la fiabilidad sustancial de los evangelios y Hechos (a partir de coincidencias no diseñadas entre otras líneas de evidencia), se podría construir un caso acumulativo para su falta de fiabilidad a partir de las contradicciones entre los relatos evangélicos. Sin embargo, aparte del hecho de que las pruebas positivas son mucho más numerosas que el tipo de discrepancias que he documentado anteriormente, yo diría que existe una asimetría epistémica entre estas pruebas positivas y las negativas, es decir, las pruebas positivas que yo y otros hemos aducido (como las coincidencias no diseñadas) tienen una mayor fuerza probatoria que las aparentes discrepancias que existen entre los relatos evangélicos. Para ver si (y hasta qué punto) X cuenta como evidencia de H, hay que saber cómo se compara nuestra expectativa de X cuando H es verdadera con nuestra expectativa de X cuando H es falsa. Una vez que calibramos así nuestras expectativas, la apariencia de un paralelismo en los dos argumentos se evapora.

Tim McGrew y Lydia McGrew señalan varios casos en los que las fuentes antiguas, consideradas generalmente fiables, presentan varias discrepancias menores[15]:

Incluso un conocimiento superficial de los documentos que forman la base de la historia secular revela que los informes de los historiadores fiables, incluso de los testigos oculares, siempre muestran una selección y un énfasis y no pocas veces se contradicen abiertamente. Sin embargo, este hecho no destruye, ni siquiera socava significativamente, su credibilidad respecto a los principales acontecimientos que relatan. Casi ninguno de los dos autores está de acuerdo en el número de tropas que reunió Jerjes para su invasión de Grecia, pero la invasión y su desastroso resultado no están en duda. El relato de Floro sobre el número de tropas en la batalla de Farsalia difiere del propio relato de César en 150.000 hombres; pero nadie duda de que hubo tal batalla, ni de que César la ganó. Según Josefo, la embajada de los judíos al emperador Claudio tuvo lugar en el tiempo de la siembra, mientras que Filón la sitúa en el tiempo de la cosecha; pero que hubo tal embajada es incontrovertible. Los ejemplos de este tipo se pueden multiplicar casi de forma interminable.

Dado que la hipótesis de que un conjunto de documentos históricos es sustancialmente fiable predice que habrá pequeñas variaciones entre los relatos (como se observa cuando examinamos otros documentos que generalmente se consideran sustancialmente fiables), la observación de que efectivamente existen pequeñas variaciones entre dichos relatos no puede utilizarse como prueba significativa contra la fiabilidad de los mismos. El eminente jurista Thomas Starkie explica bien este punto[16]:

Es necesario observar aquí que las variaciones parciales en el testimonio de diferentes testigos, en puntos minúsculos y colaterales, aunque con frecuencia ofrecen al defensor adverso un tema para la observación copiosa, son de poca importancia, a menos que sean de una naturaleza demasiado prominente y llamativa para ser atribuida a la mera inadvertencia, falta de atención o defecto de memoria. Un gran observador ha señalado que “el carácter habitual del testimonio humano es la verdad sustancial bajo una variedad circunstancial”. Es tan raro que los testigos de una misma transacción coincidan perfecta y totalmente en todos los puntos relacionados con ella, que una coincidencia total y completa en cada detalle, lejos de reforzar su crédito, no pocas veces engendra una sospecha de práctica y concertación. La verdadera cuestión debe ser siempre, si los puntos de variación y discrepancia son de una naturaleza tan fuerte y decisiva como para hacer imposible, o al menos difícil, atribuirlos a las fuentes ordinarias de tales variedades, la falta de atención o de memoria.

El mismo principio puede aplicarse a los relatos evangélicos. Aunque los evangelios contengan algunas discrepancias menores en cuanto a detalles periféricos, de ello no se deduce que los relatos sean generalmente poco fiables, ya que conocemos muchos relatos fiables que contienen discrepancias.

Conclusión

A veces me han preguntado si afirmo la doctrina de la inerrancia, y me temo que mi respuesta requiere más matices que un simple “sí” o “no”. Ambas respuestas invitan a ciertas suposiciones sobre mis puntos de vista que deben ser desenredadas y aclaradas. Si uno responde “sí”, el interrogador puede suponer que el enfoque erudito que uno tiene de la Biblia no le permite concluir, sobre la base de pruebas, la existencia de errores en las Escrituras. No es difícil ver cómo ese enfoque iría en contra del espíritu de una sólida epistemología evidencialista. Por otra parte, si se responde “no”, el interrogador puede suponer que se tiene un enfoque liberal de la Biblia y que se considera que no es fiable, o que se acepta una corriente de pensamiento, popular en la erudición contemporánea, que condena el proyecto de armonización cuando hay aparentes discrepancias en las Escrituras. Yo no me inclino por ninguno de esos dos extremos, y en este artículo expongo los matices de una aproximación a la Biblia que mantiene una visión elevada de las Escrituras, pero que no se aferra a la inerrancia tal y como se entiende tradicionalmente. Aunque técnicamente no me calificaría como inerrantista según las normas de la Declaración de Chicago, mi punto de vista se acerca mucho más al de la mayoría de los inerrantistas que al de la mayoría de los no inerrantistas. Es decir, tengo una visión elevada de las Escrituras y afirmo que las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, son muy fiables.

Referencias

[1] Norman L. Geisler, Systematic Theology, Volume One: Introduction, Bible (Minneapolis, MN: Bethany House Publishers, 2002), 264–265.

[2] Para un debate sobre cómo se evalúan los datos anómalos en la ciencia, véase “The Role of Anomalous Data in Knowledge Acquisition: A Theoretical Framework and Implications for Science Instruction,” de Clark A. Chinn and William F. Brewer, Review of Educational Research 63, no. 1 (Spring, 1993), 1-49, y “Scientists’ Responses to Anomalous Data: Evidence from Psychology, History, and Philosophy of Science” de William F. Brewer and Clark A. Chinn, Proceedings of the Biennial Meeting of the Philosophy of Science Association, Volume One: Contributed Papers (1994), 304-313.

[3] Bruce Manning Metzger, United Bible Societies, A Textual Commentary on the Greek New Testament, Second Edition a Companion Volume to the United Bible Societies’ Greek New Testament (4th Rev. Ed.) (London; New York: United Bible Societies, 1994), 154.

[4] Michael Licona, Why Are There Differences in the Gospels? (Oxford: Oxford University Press, 2016).

[5] Lydia McGrew, The Mirror or the Mask: Liberating the Gospels from Literary Devices (Tampa, FL: Deward Publishing Company, Ltd, 2019).

[6] Ibid., 53-54.

[7] Jerry Fodor y Massimo Piattelli-Palmarini, What Darwin Got Wrong (London: Profile Books, 2011), kindle.

[8] Matthew Wilkins, “Matthew,” en The Holman Apologetics Commentary on the Bible — The Gospels and Acts, ed. Jeremy Royal Howard (Nashville, TN: Holman Reference, 2013), 99.

[9] Lydia McGrew, The Mirror or the Mask: Liberating the Gospels from Literary Devices (Tampa, FL: Deward Publishing Company, Ltd, 2019), 379-380.

[10] Ibid., 380.

[11] Craig L. Blomberg, The Historical Reliability of John’s Gospel (England: Apollos, 2001), 175.

[12] Steve Hays, “Projecting Contradictions, Triablogue, January 11, 2018, http://triablogue.blogspot.com/2018/01/projecting-contradictions.html

[13] Lydia McGrew, The Mirror or the Mask: Liberating the Gospels from Literary Devices (Tampa, FL: Deward Publishing Company, Ltd, 2019), 391.

[14] Thomas Rawson Birks, Horae Evangelicae, or The Internal Evidence of the Gospel History (London: Seeleys, 1852). Véase también Lydia McGrew, The Mirror or the Mask: Liberating the Gospels from Literary Devices (Tampa, FL: Deward Publishing Company, Ltd, 2019), 316–321.

[15] Tim McGrew y Lydia McGrew, “The Argument from Miracles: A Cumulative Case for the Resurrection of Jesus of Nazareth”, en The Blackwell Companion to Natural Theology, 1st Edition, ed. William Lane Craig and J.P. Moreland (Wiley-Blackwell, 2012), kindle.

[16] Thomas Starkie, A Practical Treatise of the Law of Evidence, and Digest of Proofs, in Civil and Criminal Proceedings, Volume 1 (J & W.T. Clarke, 1833), 488-489.

Recursos recomendados en Español:

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek

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El Dr. Jonathan McLatchie es un escritor cristiano, orador internacional y debatiente. Tiene una licenciatura (con honores) en biología forense, un máster (M.Res) en biología evolutiva, un segundo máster en biociencia médica y molecular, y un doctorado en biología evolutiva. En la actualidad, es profesor adjunto de biología en el Sattler College de Boston (Massachusetts). El Dr. McLatchie colabora en varios sitios web de apologética y es el fundador de Apologetics Academy (Apologetics-Academy.org), un ministerio que trata de equipar y formar a los cristianos para que defiendan la fe de forma persuasiva mediante seminarios web regulares, así como ayudar a los cristianos que se enfrentan a las dudas. El Dr. McLatchie ha participado en más de treinta debates moderados en todo el mundo con representantes del ateísmo, el islam y otras perspectivas alternativas de cosmovisión. Ha dado conferencias a nivel internacional en Europa, Norteamérica y Sudáfrica promoviendo una fe cristiana inteligente, reflexiva y basada en la evidencia.

Fuente del blog original: https://cutt.ly/6zxWCsO

Traducido por Elenita Romero

Editado por Jennifer Chavez

 

By Natasha Crain

My blog and podcast have been on hiatus as I finish writing my new book, Faithfully Different: Regaining Biblical Clarity in a Secular Culture.

Faithfully Different is about the fact that Christians with a biblical worldview are a minority in North America these days and how the secular worldview around us is putting increasing pressure on what we believe, how we think, and how we live. I wrote it to help Christians gain greater clarity in understanding the fundamental differences between the secular and biblical worldviews, both to strengthen our faith and our ability to be salt and light to others. I’m so excited to share it with you! Faithfully Different comes out in February and I’ll be announcing pre-order details here in the coming weeks.

As you read this, you may be wondering if Christians are really a “minority” in America. I talk about this at length in the first chapter, but here’s the bottom line. About 65 percent of Americans self-identify as Christians—certainly not a minority. But when researchers ask specific questions about beliefs and behaviors, about 10 percent of Americans have what would be considered a “biblical worldview” (they hold core beliefs consistent with the historic Christian faith and display consistent behavior). Furthermore, researchers have found that those who hold a biblical worldview are not only a minority in America, they are also a minority in the church .

Now, there are many minority groups that are not relevant to people. I’m sure there are a few who, for example, eat pickles for breakfast every morning. Nobody cares . But it’s clear to Christians who have a biblical worldview that secular culture does care about our existence… because it hates everything we stand for.

In a very real sense, we are increasingly seen as a small, extremist faction of society.

Understanding Christian “Extremism”

Read or listen to any popular media outlet that talks about “conservative Christians” and you will immediately know by the tone of that term that it is not being used as a neutral description. It is now offensive and is accompanied by a shaking of the head and eyes among the supposedly more enlightened culture. (Note that I am not necessarily talking about conservatives in a political sense; in secular usage “conservative” is a generic label referring to Christians who disagree with popular secular views. A political correlation is common, but it is not exclusively that.)

The implication is that we are those people — the rebels who don’t go along with the rest of society in the direction it wants to go. We are seen as an obstacle to what has been culturally defined as progress because of how different our visions are from the popular secular mainstream of today.

The result is that secularists now view us with varying degrees of indignation. Strange as it may sound to many Christians, we are the new extremists —a minority group whose views are regarded as 1) fundamentally different from the “average” views of secular culture and 2) troubling to the rest of society.

When you sense that culture views us this way, it can seem pretty bizarre. After all, Christianity has been the most influential religion in North America for the past 400 years, but now it’s extremist (and worrying) to believe that the Bible is the Word of God?

While there is no reason to agree with secularists about how troubling our views are, there is every reason to agree that our worldview is extremely different from the dominant secular worldview in the culture today. We are certainly “extreme” in that sense—and we should gladly accept that fact if we fully understand the nature of the biblical worldview.

Specifically, we are extremists in three main areas.

First of all, we are extremists in our source of authority.

The fundamental difference between those with a biblical worldview and those with a secular one is the source of authority. Each person, as part of their worldview, has an ultimate authority that they believe speaks the truth when it speaks about the world and the right way to act in it. For Christians with a biblical worldview, that source of authority is God, and we believe that He has revealed these truths in the Bible.

In secularism, the source of a person’s authority is one’s own self . Secularism is not what is left when you simply strip away what are known as a person’s religious beliefs from their worldview. When you throw away the authority of God, you are not left without authority—you are left with authority over yourself

This difference in authority is found at the root of almost every difference between the biblical and secular worldviews.

When for the vast majority the authority for truth is themselves, it should not be surprising that Christians come to very different conclusions about the nature of reality than the culture will arrive at. Even the phrase “The Bible says…” with the assumption that what follows is objective truth that supersedes personal opinion is extreme compared to the current average view where the individual rules supreme.

And for those who regard the Bible as merely the written record of man’s thoughts about God (and nothing more), such extremism is troubling . How can Christians be compelled to follow new social norms if they do not see truth as subject to change? With fellow secularists whose feelings determine what is truth, society can “progress” through the push and pull of shifting popular consensus. But what about Christians who believe they have an authority that does not change over time? That is an infuriating barrier that infuriates secularists.

Secondly, we are extremists in our understanding of morality.

From the first point it follows that Christians with a biblical worldview are going to have great differences with secularists when it comes to morality.

For those whose authority is God and who believe that He has revealed Himself and made His will known in the Bible, the Bible will have the final say in what is right or wrong… no matter what we think, no matter what anyone thinks, and no matter what society thinks. From a secular perspective, what an obstinate view !

When your authority is yourself, there is no objective basis for defining morality for all people. In essence, each person is his or her own God. What is right or wrong does not depend on what someone else has said—whether God or not—it depends on what you have said.

But wait! Wouldn’t that imply that secularists should accept the Christian perspective on morality as another valid perspective?

Absolutely.

But they don’t. And that’s where secularists fail to live consistently with their own self-authority-based worldview.

If they were consistent, they would say this: “Hey, we understand that your Christian perspective is just as valid as anyone else’s because each individual is his or her own authority and there is no objective basis for claiming that something must be right or wrong for all people. But some of us have a (fill in the blank) view about (fill in the blank), and we want to try to convince you to change your mind! But if you don’t want to change, that’s okay because everyone’s perspective is just as valid. Have a nice day.”

But instead, they say this : “The (fill in the blank) view about (fill in the blank) is the objectively correct perspective for all people, and if you disagree, you are wrong …and you are evil .”

Without an objective basis for morality that comes from a moral legislator higher than humans, the closest thing secularists can come to a moral standard that applies to all people is popular consensus . That is why it is so important for secular culture to continually push its perspectives on morality into every possible channel—education, media, entertainment, business, and so on. The more people buy into a particular moral perspective, the more popular consensus is achieved, and the more secularists have a new standard for saying what is right.

But again, Christians with a biblical worldview are not bound by such changes. No matter how popular a new idea of ​​morality is, if it conflicts with what Christians believe God himself has said, the popular consensus will not become our new standard. And that “extreme” perspective relative to the average culture is immensely frustrating to nonbelievers.

Third, we are extremists for believing that judgment can be objectively valid.

This point follows from the previous two. Because Christians view God and His Word as the source of authority for their lives, and because their views on morality are a consequence of those beliefs, Christians believe that judgment on matters of truth can be objectively valid—and not merely an opinion. 

In Faithfully Different, I describe the tenets of the secular worldview this way: Feelings are the primary guide, happiness is the primary goal, judging is the primary sin, and God is the primary imagination. Judging is the greatest sin in secularism because when feelings are your guide and happiness is your goal, no one has the authority or right to tell you what only you can know (how you feel and what makes you happiest). In the self-authority worldview, it is absurd and insulting for someone else to come and observe another person’s life journey and claim to know more than that person how they should or should not live.

But that implies that there is no God who has provided a reliable and authoritative source of information.

From a biblical worldview, God has granted that in the Bible. And if the God of the universe has told us what is true about reality, it is not absurd or offensive to share what He has said—it is literally the only reasonable thing to do since the God who created everything surely knows more than any human.

Jesus never said the world would understand us. To a large extent, this is to be expected from secular cultural perspectives. What concerns me most is when Christians fail to understand how extremely different the biblical worldview must be from the secular one. In many ways, secularists who think those with a biblical worldview are extremists relative to the average society understand this more than self-proclaimed Christians who see only minimal differences.

When we truly have a biblical worldview, we should understand that we are indeed “extremists” for today’s culture…and accept it. It’s not only okay to be extremist in this, it’s beautiful—because it’s what God Himself calls us to be.

Recommended resources in Spanish: 

Stealing from God ( Paperback ), ( Teacher Study Guide ), and ( Student Study Guide ) by Dr. Frank Turek

Why I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist ( Complete DVD Series ), ( Teacher’s Workbook ), and ( Student’s Handbook ) by Dr. Frank Turek  

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Natasha Crain is a blogger, author, and national speaker who is passionate about equipping Christian parents to raise their children with an understanding of how to make a case and defend their faith in the midst of an increasingly secular world. She is the author of two parenting apologetics books: Talking with Your Kids about God (2017) and Keeping Your Kids on God’s Side (2016). Natasha holds an MBA in marketing and statistics from UCLA and is certified in Christian Apologetics from Biola University. She has worked as a marketing executive and adjunct professor and lives in Southern California with her husband and three children.

Original Blog: https://bit.ly/3iTHIzc 

Translated by Gustavo Camarillo  

Edited by Elenita Romero

 

By David Pallman

Circular reasoning is generally understood to be a fallacy. The reason is that circular arguments assume what they purport to prove. At least one of the premises of a circular argument depends on the truth of the conclusion, which makes the argument lose all justificatory force. For in order to accept the premise in question, one would have to already believe the conclusion. But if one already believes the conclusion, one does not need the argument, and if one does not believe the conclusion, the argument will not provide any basis for belief.

Despite the apparent obviousness of what I have just said, the claim that circular reasoning is, in some cases, acceptable and—worse still—ultimately inevitable remains surprisingly popular. This claim is common among Christian apologists known as presuppositionalists (though it is by no means limited to them). It is not my purpose here to criticize circular reasoning in general or to offer a noncircular alternative, though I have done so elsewhere. [1] My purpose here is to criticize a popular argument that purports to show that circular reasoning is inevitable.

The argument is often formulated as follows: “You must use reason to prove reason.” The thrust of the argument seems to be that since you cannot prove reason apart from reason, circularity is simply inescapable. [2] While I don’t encounter this argument much in the academic literature (at least not in this form), it is quite popular among presuppositionalists on the Internet. And while I generally prefer to discuss academic issues, the universality of this argument coupled with the fact that I am not aware of any direct interaction with it motivates me to write this article in response. [3]

In this article, I propose to briefly explain my motivation for taking up this argument. I will then attempt to disambiguate the argument and clarify both what it means and how it might be responded to. After disambiguating the argument, I will argue that it either assumes a theory of epistemic justification that can be rejected, or it fails to recognize an important distinction between two kinds of use. In either case, circular reasoning can be avoided.

Raising the stakes

After all, why should we care about argument? Is it really a problem if all justification is, in the end, circular? Or perhaps we shouldn’t even try to justify the reliability of reasoning. Maybe it’s simply a fundamental assumption of all philosophical inquiry that needs no justification at all.

It would be an understatement to say that many philosophers are content to say that belief in the reliability of reason can be justified only in a circular fashion. [4] Others, however, take the essential reliability of reason to be a fundamental principle incapable of justification and in need of no justification. But I have never found such answers satisfactory. I have never been content to suppose that I must demand justification for my beliefs down to the most basic level, but then give free rein to fundamental beliefs. That move seems entirely arbitrary and even incoherent. If our most fundamental beliefs are unjustified, then I take this to imply that all beliefs that depend on them for justification are equally unjustified. I suspect that many readers feel the same way.

But this conviction forces those who hold it to confront the original argument. For if there is no non-circular means of justifying core beliefs, then we may well have to face the conclusion that none of our beliefs are justified. For those who wish to avoid such a pessimistic conclusion, there is a strong motivation to address the original argument.

Clarifying the issue

Having provided some motivation, let us move on to assess the merits of the argument. Roughly speaking, it is the claim that reason should be used to justify reasoning. Put like that, the claim is quite incoherent. Reasoning is a deliberative cognitive process. It is not a proposition. It is not something that can be true or false. As such, reasoning itself does not need justification, since it is an action and not a belief. Imagine how absurd it would be to require justification for walking, or driving, or swimming. These activities do not need justification precisely because they are activities and not propositions. Once we understand that only propositions require justification because of their possibility of being false, it becomes clear that the act of reasoning does not need justification.

Sometimes the argument is phrased as a question: How do you know your reasoning is valid? But put like that, the argument is guilty of a category mistake. Validity is not a property of reasoning, but a property of arguments. [5]   Saying that one’s reasoning is valid makes as little sense as saying that one’s driving is valid. Validity simply does not apply to activities.

But it may be objected that I have missed the point. After all, I am seizing on very poorly worded versions of the argument. And that is, of course, quite true. As I have noted before, this argument is not as prominent among academics as it is among those on the Internet. But I think that addressing these confused versions of the argument is an important task because it helps us clarify what is and is not at issue. It also forces those who use these problematic formulations of the argument to be more precise. Finally, pointing out the incoherence of these simplistic formulations of the argument can also serve to rob them of their rhetorical force.

Strengthening the Argument

So let me try to reconstruct a more sensible version of the argument. It seems to me that when someone says that we should use reason to justify reasoning, they mean that one should use one’s ability to reason to defend the proposition that reasoning is reliable. One should, in effect, assume that one’s ability to reason is reliable. This is certainly a much stronger argument. But to answer it, we must look for even further clarification.

Before we move on to respond to the strong version of the argument, we must ask what the phrase “reason is reliable” means. Taken literally, it means that the cognitive process of reasoning itself somehow produces justification for beliefs in virtue of its reliability. Thus, the argument says that one must assume that reasoning produces justification for beliefs by virtue of being reliable in order to conclude that reasoning produces justification for beliefs by virtue of being reliable.

Reliability vs. Evidentialism

So construed, the argument starts from a reliabilist epistemology. Reliabilism is a theory of epistemic justification according to which beliefs are justified if they have been produced by a reliable process. If this is what the proponent of the argument claims, then we can happily agree with him. It is not at all controversial that reliabilism is guilty of epistemic circularity. This is a well-known fact and is admitted by both reliabilists and critics of reliabilism.

However, it should be noted that if this is what the argument is trying to establish, then it assumes reliabilism and arrives at the incontrovertible conclusion that reliabilism leads to circularity. Not all philosophers are reliabilists, however. The main contender for reliabilism is so-called evidentialism. According to evidentialism, the justification any subject has for a belief is always relative to the evidence that subject possesses for that belief. [6] Evidentialism looks for justification in evidence – not in reliable processes. Thus, the argument considered above simply will not work against evidentialism because it assumes a theory of justification that the evidentialist rejects. [7] As such, one need only reject reliabilism for the argument not to establish that circularity is inevitable.

Functional Use vs. Justification Use

However, evidentialists still use reason to arrive at justified beliefs. Does this indicate that there is still some circularity on the evidentialist’s part? To answer this question, we need to be clear about what is meant by the use of reason. There are two very different ways in which we use things to justify our beliefs. We use things in a justificatory sense , and we also use things in a functional sense . Something is used in a justificatory sense when it is offered as a rational justification for a belief. Something is used in a functional sense when it is employed as a tool in the process of offering a rational justification. Fundamentally, nothing about a functional use contributes to the rational justification of a belief. It is simply a means to help a subject see that justification for what it is. The upshot is that the functional use does not even have the potential to be circular because circularity can only apply to justification.

We can see the distinction most clearly by way of an illustration. Suppose that I am debating with a friend about the existence of pencils. I am trying to convince him that pencils really exist. Suppose further that this debate is conducted via letters. In my attempt to convince my friend that pencils are real, I offer him numerous syllogistic arguments in support of the existence of pencils. Suppose that I use a pencil to write these arguments to him. In this case, it would be quite correct to say that I used a pencil to justify my belief in the existence of pencils. But the use was entirely functional. At no point did I use the proposition that pencils exist as a premise in an argument concluding that pencils exist. The premises of my arguments are the ones I use to justify my belief in pencils. Therefore, the justification for my belief in pencils is not circular, even though I used a pencil to justify the belief. This is because the use of the pencil was functional and not justificatory.

This illustration is quite analogous to what I have in mind when I say that evidentialists “use reason” to justify their beliefs. While it is true that we must think critically—we must reason—to justify our beliefs, we do not use reason as the rational basis for any of our beliefs. Evidence provides the justification for our beliefs, and reason is only the process of evaluating it. At no point does the process of reasoning itself justify a belief. Reasoning without evidence to reason with gets us nowhere. Reason is not some mystical ability that leads us to truth on its own. Reason requires facts to work with. It is simply a necessary means to arrive at justified beliefs. On the critical view, since we do not attribute justification to the process of reasoning itself, our use of it is not justificatory. It is functional. As such, our use of reason when seeking to justify our beliefs is not circular.

Summary and Conclusion

In this article, I have assessed the claim that epistemic circularity is inevitable, since one must, in fact, use reason to justify one’s beliefs about the truth-seeking nature of reasoning. I have determined that the argument is often unclearly and incoherently framed. When made intelligible, it assumes epistemic reliabilism and thus has no force against evidentialism. Any attempt to press the argument against evidentialism will raise the issue against evidentialism. Furthermore, attempts to modify it to meet evidentialism on the grounds that evidentialists “use reason” fail to recognize the distinction between functional and justificatory use. Since evidentialists only “use reason” in a functional sense, they are not guilty of epistemic circularity.

It has not been my purpose here to evaluate all the arguments for epistemic circularity or to offer a detailed exposition of a non-circular theory of knowledge. Others more able than I have done so elsewhere. [8]   My purpose has been minimal. I have simply attempted to show that a single popular argument for the inescapability of circular reasoning fails as long as evidentialism is a viable option.

Grades

[1] See my video “Internalism Versus Externalism” available here https://www.youtube.com/watch?v=fxOg5zKUYmU&t=12s

[2] For a set of arguments along these lines, see Sye Ten Bruggencate’s video “How To Answer The Fool (full film)” available here: https://www.youtube.com/watch?v=aQKjUzotw_Y&vl=en&t=329

[3] In particular, conversations with Seth Bloomsburg and Tyler Vela convinced me of the need for this article.

[4] Examples include William Alston, Alvin Plantinga, Michael Bergmann, and Andrew Moon.

[5] We certainly sometimes talk about valid and invalid reasoning. But this kind of language does not refer to cognitive processes, but to the validity of the logical inferences that follow from reasoning.

[6] Earl Conee and Richard Feldman, Evidentialism, Oxford University Press, 2004, p. 83

[7] See Berit Brogaard, “Phenomenal Dogmatism, Seeming Evidentialism and Inferential Justification”, in Believing in Accordance with the Evidence, Springer International Publishing, 2018, Kevin McCain editor, Pg. 55

[8] Some examples are Richard Fumerton, Metaepistemology and Skepticism, Rowman & Littlefield, 1995; Timothy McGrew and Lydia McGrew, Internalism and Epistemology, Routledge, 2007; Paul K. Moser, Knowledge and Evidence, Cambridge University Press, 1989; Brie Gertler, Self-Knowledge, Routledge, 2011

Recommended resources in Spanish: 

Stealing from God ( Paperback ), ( Teacher Study Guide ), and ( Student Study Guide ) by Dr. Frank Turek

Why I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist ( Complete DVD Series ), ( Teacher’s Workbook ), and ( Student’s Handbook ) by Dr. Frank Turek 

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David Pallmann is a student at Trinity College of the Bible and Theological Seminary. He is also a member of the Society of Evangelical Arminians and runs the YouTube apologetics ministry Faith Because of Reason.

Original Blog Source : https://bit.ly/3KPtewf

Translated by Jennifer Chavez

Edited by Elenita Romero

 

By Ryan Leasure

It’s not uncommon for Christians to throw shade at the Old Testament. These Christians say they love Jesus, but they could do without those early Jewish texts. In fact, many Christians suggest that much of the Old Testament is ahistorical. Events like the flood, Jonah being swallowed by a great fish, or the fiery judgment of Sodom and Gomorrah never happened. And then there’s the infamous quote that Christians simply need to “unhook themselves from the Old Testament” because so much of it is embarrassing or difficult to understand. Why can’t we focus on Jesus?

We can certainly sympathize with these sentiments. After all, the flood and the judgment of Sodom seem pretty incredible, and pretty harsh at that. Wouldn’t it be easier to ignore this ancient corpus? This stance seems reasonable until one realizes that the same Jesus whom these Christians worship also holds the Old Testament in high regard. He not only affirms the inspiration of the Old Testament, but also its historicity and authority.

The Old Testament is inspired

Historically, Christians have affirmed the verbal plenary inspiration of the Bible. That is, they acknowledge that every word of Scripture is “God-breathed” (2 Tim. 3:16-17). At the same time, God spoke through a human agency. Therefore, Scripture not only has a divine author, it also has human authors.

Jesus affirmed the human authors of the Old Testament. He repeatedly acknowledges that Moses is the one who gave the Law (Matthew 8:4; 19:8; Mark 1:44; 7:10; Luke 5:14; 20:37; John 5:46; 7:19). He will say things like, “Do what Moses commanded” (Mark 1:44). Oh, “Moses said, ‘Honor your father and your mother’” (Mark 7:10). Concerning other Old Testament authors, Jesus states, “Well did Isaiah prophesy…” (Mark 7:6). Also, “David himself, in the Holy Spirit, declared… .” (Mark 12:36). And “So when you see the abomination of desolation, spoken of by Daniel the prophet…” (Matthew 24:15). It is worth noting that almost all critical scholars question the authorship of these individuals, in clear contradiction to Jesus.

At the same time, Jesus affirms that these individuals wrote divinely inspired Scripture. As just alluded to, Jesus noted in Mark 12:36, “David himself, in the Holy Spirit, declared…” In other words, David wrote, but his writings were the result of the work of the Holy Spirit (2 Pet 1:20-21). He also declared, “Well did Isaiah prophesy…” (Mark 7:6). The mere mention of prophecy suggests that Isaiah wrote from God. Prophecy, after all, is by definition “a word from God.” The same could be said of Matthew 24:15 when Jesus refers to Daniel as “the prophet.” Furthermore, in addressing the scribes and Pharisees, Jesus states, “You forsake the commandment of God and hold to the tradition of men” (Mark 7:8). He then clarifies that God’s commandment was what Moses wrote in Exodus 20.

As John Wenhan points out, “For [Jesus], Moses, the prophets, David, and the other writers of Scripture were truly inspired men with a message given by the Spirit of God.”

The Old Testament is historically accurate

While many are willing to concede the inspiration of the Old Testament, many of these same individuals deny that it is historically accurate on all points. They may affirm its historical nature in general (God created the world, called Abraham and the Jewish people, the Jews were exiled, etc.), but balk at some of the more difficult texts (the flood, Sodom, Jonah, etc.). That said, Jesus has no qualms about affirming the historical character of the Old Testament, even the most difficult texts to believe. Here are some examples:

He believed that Cain killed Abel (Luke 11:51), that God sent a flood but spared Noah on the ark (Matthew 24:37-39), and that God destroyed Sodom because of its wickedness (Matthew 11:23-24). He even adds, “Remember Lot’s wife” (Luke 17:32). Furthermore, Jesus believed that God sent manna from heaven (John 6:31), that the Israelites were healed by looking at the serpent (John 3:14), and that Jonah was swallowed by a great fish only to be put to death three days later (Matthew 12:39-41).

The last text about Jonah is especially significant because it shows that Jesus did not view these events merely figuratively. Indeed, at the end of the text we read: “The men of Nineveh will rise up with this generation in the judgment and condemn it, because they repented at the preaching of Jonah; and behold, something greater than Jonah is here” (Mt 12:41 ESV). It is difficult to imagine how Jesus could claim that Nineveh would rise up in the final judgment against the people who rejected him, if it was a farce. The same could be said of Jesus’ statement in Matthew 24:37: “For as the days of Noah were, so will be the coming of the Son of Man” (ESV). In other words, just as God’s judgment was poured out in the days of Noah, so it will be again at the final judgment.

Again, Wenham comments, “It is evident that [Jesus] was familiar with most of our Old Testament and treated it all equally as history.”2 

The Old Testament has authority

Because Jesus believed the Old Testament was divinely inspired, he also claimed its full authority. He demonstrated this authority by appealing to the scriptures dozens of times.

When asked what the greatest commandments are, He declares that “You shall love the Lord your God with all your heart, with all your soul, and with all your mind . . . And the second is like it: You shall love your neighbor as yourself” (Matthew 22:37-39). Jesus said that these two commandments (Deut. 6:4-6; Lev. 19:18) summarize the entirety of the Old Testament and are the guide for all ethical questions.

When faced with temptation, Jesus appealed to the authority of Scripture to fight Satan. He repeatedly declared, “It is written, it is written, it is written” (Matthew 4:1–11). Even when facing death, the last words He spoke were from the Old Testament (Psalm 22:1; 31:5).

Jesus appeals to Genesis 1-2 when speaking of marriage and divorce . He asks, “Have you not read that he who created them from the beginning made them male and female, and said, For this reason a man shall leave his father and his mother and be joined to his wife, and the two shall become one flesh’? They are no longer two but one flesh. What therefore God has joined together, let no man separate . ” (Mt 19:4-6 ESV) By alluding to Genesis 1-2 here, Jesus is asserting that his position on marriage and divorce is rooted in the authority of the Old Testament text. In contrast, Jesus’ opponents rooted their position in different rabbis (Shammai and Hillel).

In disputing with the Sadducees about the resurrection, Jesus rebukes them: ” But Jesus answered and said to them, ‘ You are mistaken, not understanding the Scriptures nor the power of God . . . ‘” (Matthew 22:29 ESV). In other words, the Scriptures give us the definitive, authoritative word on the resurrection. Jesus goes on to ask them: “Have you not read what God said to you: ‘I am the God of Abraham . . . ‘” (Matthew 31–32). Again, Jesus appeals to the Old Testament text to affirm God’s power over the resurrection.

Jesus goes so far as to say that ” and the Scripture cannot be broken ” (John 10:35 ESV). For Jesus, Scripture is so powerful that nothing can undo it. 

Jesus and the Old Testament

All the evidence taken together suggests that Jesus held the Old Testament in high regard. Those who claim to hold Jesus in high regard but reject some of the Old Testament teachings are being inconsistent. If Jesus is held in high regard, then the Old Testament must also be held in high regard. As John Wenham points out:

“For Christ, the Old Testament was true, authoritative, and inspired. For him, the God of the Old Testament was the living God, and the teaching of the Old Testament was the teaching of the living God. For him, what Scripture said, God said.”3

*For more information on this topic, see John Wenham’s book Christ and the Bible .

Recommended resources in Spanish: 

Stealing from God ( Paperback ), ( Teacher Study Guide ), and ( Student Study Guide ) by Dr. Frank Turek

Why I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist ( Complete DVD Series ), ( Teacher’s Workbook ), and ( Student’s Handbook ) by Dr. Frank Turek

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Ryan Leasure is the pastor of Grace Bible Church in Moore, SC. ​​For more information about his background and interests, click here .

Original Blog Source: https://bit.ly/35RC9P5

Translated by  Yatniel Vega Garcia 

Edited by  Jennifer Chavez

 

By Ryan Leasure

If you’re from an Appalachian church that handles snakes, I’m sorry to disappoint you. This is not THAT kind of post. Instead, it’s a post about how the Bible portrays vipers, snakes, and dragons. What’s more, it’s about how a mighty warrior defeats a snake to rescue his precious bride. If this story sounds familiar, it’s because many great children’s stories of the past tell these same kinds of stories.

You see, the Bible presents three main characters: [1] 1) the serpent (the villain, Satan), 2) the damsel in distress (God’s people), and 3) the snake catcher (the hero, Jesus).

It should be noted that “Serpent” is a biblical term that includes both snakes and dragons [2] ; that is, serpent is a general category, while snakes and dragons are more specific. It should also be noted that the ancients did not think of dragons as winged, fire-breathing creatures. Rather, they thought of them as giant serpents. Throughout the Bible, snakes take one form or another depending on the situation. Biblical scholar Andrew Naselli notes, “As a rule, the form a serpent takes depends on its strategy. When a serpent in scripture attempts to deceive, it is a viper. When a serpent attempts to devour, it is a dragon” [3] .

With these anecdotes in mind, let’s start at the beginning.

The snake in the garden

The beginning was pure bliss. A perfect, holy God decided to share his goodness and created a universe ex nihilo . Like jewels in a crown in God’s creation, humans walked in fellowship with him in the garden. However, they let down their guard and allowed the serpent to enter. Genesis 3:1 notes, “Now the serpent was more crafty than any beast of the field which the LORD God had made.”

Cunning (or deceit) perfectly describes this serpent, as he immediately questioned Eve, “Did God really say, ‘You shall not eat from any tree in the garden’?” Notice the serpent’s tactic. He called God’s Word into question. He planted doubt in the woman’s mind so that she would begin to consider alternative options. As soon as the woman said that eating from the tree in the middle of the garden would lead to death, the serpent went on to contradict God’s Word completely. He declared, “you will not surely die.” And then he called God’s motives into question. “For God knows that in the day you eat from it your eyes will be opened, and you will be like God, knowing good and evil.”

The serpent was successful. Eve ate the fruit, gave some to Adam, and he ate too. And immediately everything changed. Their innocence was lost, and they knew they were naked. Because of their shame, they tried to hide from God, but it was no use. God confronted them for their disobedience. Adam blamed Eve, and Eve blamed the serpent. She commented in 3:13, “The serpent deceived me, and I ate.” As a result, God banished them from His holy presence, where they would live in exile. Now let us remember that when the serpent takes the form of a viper, its primary tactic is to deceive. And this is what it has done.

However, God did not allow the serpent to have the final say. He judged the serpent and promised to one day destroy him when He stated, “And I will put enmity between you and the woman, and between your seed and her seed; he shall bruise your head, and you shall bruise his heel” (Gen. 3:15). The rest of Scripture traces the ongoing battle waged between the seed of the woman (God’s people) and the seed of the serpent (enemies of God and His people). Ultimately, the unique seed of the woman (Gal. 3:16) will utterly destroy the serpent, even though the serpent wounds him in the process.

Snakes portrayed negatively

Before we look at some examples of the serpent’s seed fighting against the woman’s seed, I simply want to draw our attention to the fact that serpents are associated with evil throughout Scripture.

Let us consider the following texts:

The wicked are led astray from the womb; those who speak lies go astray from their birth. They have poison like the poison of a serpent; they are like a deaf cobra that closes its ear and does not hear the voice of enchanters, not even the most skilled enchanter (Psalm 58:3-5).

They sharpen their tongue like a serpent; the venom of a viper is under their lips (Psalm 140:3).

Snakes often symbolize God’s enemies:

The nations will see and be ashamed of all their power; they will put their hands over their mouths, their ears will be deaf. They will lick the dust like a serpent, like the creeping things of the earth. They will tremble from their strongholds; they will come to the Lord our God in terror, and they will be afraid before you (Micah 7:16-17).

The seventy returned with joy, saying, “Lord, even the demons are subject to us in your name.” And Jesus said to them, “I saw Satan fall like lightning from heaven. See, I have given you authority to tread on serpents and scorpions and over all the power of the enemy, and nothing will hurt you” (Luke 10:17-19).

As mentioned above, the serpent takes the form of a dragon when it wants to destroy. The following texts describe the dragon as a sea monster called Leviathan and Rahab.

On that day the Lord will punish with his fierce, great and powerful sword, Leviathan, the fleeting serpent, Leviathan, the crooked serpent, and he will kill the dragon that lives in the sea (Isaiah 27:1).

He has stirred up the sea by his power, and broken Rahab by his understanding. With his breath the heavens are cleansed; his hand has pierced the fleeing serpent (Job 26:12-13).

See also Job 41, which describes God’s sovereignty over the monstrous sea serpent Leviathan.

The Egyptian Serpent

The story of Scripture presents the seed of the serpent (God’s enemies) in conflict with the seed of the woman (God’s people). Perhaps the clearest example of the seed of the serpent is Egypt and its Pharaoh. The Lord tells Pharaoh in Ezekiel 32:2, “You are like a dragon in the seas.” Recall that the dragon seeks to destroy the seed of the woman, and this is what he set out to do when he ordered the death of all Israelite baby boys (Exodus 1:15-22).

One also thinks of the episode in which Aaron’s staff turned into a serpent and swallowed the staffs/serpents of Pharaoh’s magicians (Ex 7:8-13). Most likely, Aaron’s staff turned into a cobra, which also figured on the Pharaoh’s headdress. This headdress symbolized divine power and protection and was fashioned after an Egyptian goddess named Uraeus. By wearing the cobra headdress, the Pharaoh could channel the powers of the deity.

Thus, “when Moses had Aaron cast the serpent-rod before Pharaoh,” archaeologist John Currid argues, “he was directly attacking that symbol of pharaonic sovereignty: the scene was a polemical mockery. When Aaron’s rod swallowed up the rods of the Egyptian magicians, the pharaonic deity and his omnipotence were being denounced and rejected out of hand. Pharaoh’s cobra-crested diadem was powerless against Yahweh . ” [4]

Reflecting on the exodus from Egypt, the biblical authors saw it as a victory over the serpent. Psalm 74:12-14 states:

Yet God is my King from of old, doing works of salvation in the midst of the earth. You divided the sea by your power; you broke the heads of the monsters in the waters. You crushed the heads of Leviathan; you gave him as food to those who dwell in the desert.

Although final victory still awaited, God was already foreshadowing how He would one day crush the serpent’s head.

Goliath, the serpent

One of the best-known stories in the Old Testament is that of David’s defeat of Goliath. This story presents Goliath as a giant serpent seeking to devour the woman’s seed. We know this because, as 1 Samuel 17:5 makes clear, Goliath “was clothed in scale armor” (JBS and NIV). While some translations simply translate this as “a coat of mail” (NASB), the more literal translation is “armor of scales.”

The Hebrew word for “scales” appears seven other times in the Old Testament, and each time it refers to the scales of fish—including sea dragons. [5] Notably, God also calls Pharaoh a “great dragon” with “scales” in Ezekiel 29:3-4. Pharaoh and Goliath are the only two characters in the Bible who are said to have “scales.”

In the account given in 1 Samuel 17, David proclaims that the battle is the LORD’s and then proceeds to drive a stone into the forehead of the giant serpent, which falls face downwards to the ground, eating dust like the ancient serpent (Gen 3:14). Once again, God foreshadows how He will crush the serpent’s head and free His people.

The serpent in the Gospels

We find several examples where the serpent’s seed attempts to destroy the woman’s seed. Like the ancient Pharaoh, King Herod tried to kill all the children of Bethlehem in an attempt to kill the unique seed of the woman (Matthew 2:16-18).

Repeatedly, we find the Pharisees and Sadducees portrayed as the seed of the serpent. Jesus tells them, “You are of your father the devil” (John 8:44). When John the Baptist saw them coming from afar, he cried out, “You brood of vipers! Who warned you to flee from the wrath to come? Therefore bear fruits worthy of repentance; and do not presume to say to yourselves, ‘We have Abraham as our father’” (Mt 3:7-9). Likewise, Jesus cries out to the Pharisees in Matthew 23, “You serpents! You brood of vipers! How will you escape the judgment of hell?” In short, the Pharisees and Sadducees are the seed of the serpent making war on the seed of the woman.

The dragon is killed

We complete this discussion by going all the way to the end, where the book of Revelation proclaims the final destruction of the serpent. Revelation 12:3-5 states:

Then another sign appeared in heaven: behold, a great red dragon, having seven heads and ten horns, and seven diadems on his heads. His tail swept a third of the stars of heaven and threw them to the earth. Then the dragon stood before the woman who was about to give birth, so that when she was born he might devour her child. And she gave birth to a male child, who is to rule all the nations with a rod of iron. And her child was caught up to God and to his throne .

Here we read that this powerful dragon, thirsty for blood, seeks to devour the seed of the woman. However, God frees the seed from his persecutions.

Revelation 12:7-9 continues:

Then there was war in heaven. Michael and his angels fought against the dragon. The dragon and his angels fought, but they were not victorious, and a place was no longer found for them in heaven. Then the great dragon was thrown down, that ancient serpent, called the Devil and Satan, the deceiver of the whole world. He was thrown down to the earth, and his angels were thrown down with him.

Note that the dragon is none other than Satan himself, that old serpent and deceiver of the whole world. And he is defeated, but how? Did the archangel Michael destroy the dragon alone?

Revelation 12:11 states:

They overcame him by the blood of the Lamb and by the word of their testimony; and they did not love their lives so much as to suffer death.

Satan was finally defeated by the blood of the Lamb! It was Jesus Christ who conquered Satan. That moment on the cross, when it seemed that the serpent would prevail, his head was crushed by the seed of the woman (Gen 3:15).

Fast forward to Revelation 20, just after the Millennium, and we read in verse 10:

 And the devil who deceived them was thrown into the lake of fire and sulfur, where the beast and the false prophet are also; and they will be tormented day and night forever and ever.

Finally, the mighty snake-catcher defeated the ancient snake and rescued his bride so that she could no longer be deceived or devoured. Or to put it another way, the prince killed the dragon and had his girl. [6]

Grades

[1] Andrew Naselli, The Serpent, and the Serpent Slayer, 18.

[2] Ibid., 18.

[3] Ibid., 18.

[4] John Currid, Ancient Egypt, 93-94.

[5] Andrew Naselli, The Serpent, and the Serpent Slayer, 90.

[6] Ibid., 15.

Recommended resources in Spanish: 

Stealing from God ( Paperback ), ( Teacher Study Guide ), and ( Student Study Guide ) by Dr. Frank Turek

Why I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist ( Complete DVD Series ), ( Teacher’s Workbook ), and ( Student’s Handbook ) by Dr. Frank Turek  

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Ryan Leasure holds a Master of Arts degree from Furman University and a Master of Divinity degree from the Southern Baptist Theological Seminary. He is currently a Doctor of Ministry candidate at the Southern Baptist Theological Seminary. He also serves as pastor at Grace Bible Church in Moore, SC.

Original Blog Source: https://bit.ly/34fxPZ2

Translated by Monica Pirateque

Edited by Daniela Checa Delgado

 

Por J. Brian Huffling

El Problema

El 22 de agosto de 2021, el Christian Post publicó un artículo en el que se afirmaba que más “del 60% de los cristianos nacidos de nuevo en Estados Unidos con edades entre los 18 y los 39 años creen que Buda, Mahoma y Jesús son todos caminos válidos para la salvación y más del 30% afirman que creen que Jesús pecó como otras personas” o que “no están seguros”. Además, la encuesta realizada a “3.100 estadounidenses de entre 18 y 55 años en 2020” vio un descenso significativo en lo que ellos llaman una “cosmovisión bíblica básica”, que incluye cuestiones como la naturaleza de Dios, la fiabilidad de la Biblia, la salvación, así como la impecabilidad de Jesús. El número de personas en esa categoría disminuyó “del 47% en 2010 al 25% en 2020 entre los cristianos nacidos de nuevo”. Lo que se denomina “cosmovisión bíblica ampliada” (creencias respecto a Satanás y la moral objetiva) cayó “del 32% en 2010 al 16% en 2020.” Hubo una caída notable entre “la población general” también con respecto a las creencias básicas de la cosmovisión bíblica (13% a 6%) y para la cosmovisión bíblica expandida (9% a aproximadamente 3%).

Evaluación

¿A qué se debe el descenso  de estas creencias? Según Kirby Anderson, especialista en ética y presidente de Probe Ministries, esto se debe “a que los pastores no enseñan sistemáticamente la teoría bíblica” y a que “los jóvenes cristianos no prestan atención” por estar distraídos con otros asuntos, como las redes sociales y lo que sea más importante para ellos.

¿Pueden las personas sostener estas posiciones no bíblicas y ser realmente cristianos “nacidos de nuevo”? Esta última pregunta es para otra ocasión. Me concentraré en la primera. Estoy de acuerdo con Anderson en que, hasta cierto punto, los pastores y los líderes de las iglesias comparten la culpa en esta situación. Las iglesias suelen estar más interesadas en otras cuestiones que en el discipulado y el aprendizaje genuino. Muchos, si no la mayoría de los cristianos, ni siquiera pueden articular las creencias básicas de su fe. Por ejemplo, doctrinas como la Trinidad y la divinidad de Cristo suelen, o al menos a menudo, ser distorsionadas por los cristianos cotidianos. A menudo, incluso los pastores no pueden describir con precisión los fundamentos de tales doctrinas. En algunos círculos, la falta de educación teológica se celebra, ya que supuestamente desvía la atención de la guía y la enseñanza del Espíritu Santo. Si Dios nos dice lo que tenemos que creer y de lo que tenemos que hablar en la iglesia, ¿para qué ir a la escuela? Trato estos temas en otro post que escribí sobre tener una fe intelectual. Sin embargo, ya no basta con saber lo que dice la Biblia. Es imperativo que no sólo sepamos qué es el cristianismo, sino que sepamos si lo creemos, por qué lo creemos y cómo defenderlo. Este último punto apenas se discute en las iglesias.

Sin embargo, los pastores no son la única causa de este problema. Hay una gran cantidad de causas. Aunque la iglesia está destinada a fomentar y alimentar nuestra vida espiritual, no está destinada a ser el medio principal para conseguirla. Nuestra vida espiritual debe empezar en casa.

Otra cuestión es la educación en general. A menudo no se permite a los estudiantes fracasar en la escuela. El conocimiento general del mundo y de la historia de las ideas ha disminuido. El pensamiento crítico y la lógica se han eliminado del plan de estudios general. La lista es interminable. Los sentimientos están por encima de la lógica y la regla fundamental es no ofender a los demás. Hoy en día, ofender a los demás es el pecado imperdonable. La falta de lógica y la abundancia de sentimientos han sido una fórmula infalible para la irracionalidad. ¿Necesita un ejemplo? ¿Quién iba a pensar hace una década, por no hablar de hace una generación, que el género de una persona no sería un hecho objetivo y científico, sino que se basaría simplemente en deseos y sentimientos? ¿Por qué las personas supuestamente racionales aceptan esta locura? Porque no queremos herir los sentimientos de nadie y queremos ser inclusivos.

Lo mismo se aplica a la religión. Si uno dice que Jesús es el único camino a la salvación, entonces necesariamente es excluyente, sin amor, intolerante, etc. Así, se ha violado la regla cardinal. Los sentimientos se elevan por encima de la razón y la realidad. Entonces, ¿qué debe hacer una persona? Me alegro de que lo pregunte.

Estudiar la lógica

Muchas de las ridículas afirmaciones que se hacen hoy en día, como que toda religión es verdadera, pueden refutarse simplemente comprendiendo las reglas básicas del pensamiento y la realidad. Por ejemplo, la ley de no contradicción establece que algo no puede ser X y no-X simultáneamente. En otras palabras, si una religión, como el judaísmo, el cristianismo y el islam, enseña que un Creador provocó la existencia del universo, y las religiones panteístas, como el hinduismo, enseñan que no hay un Creador y que el universo siempre ha existido, entonces esas dos enseñanzas no pueden ser ambas verdaderas. Dado que la existencia de Dios es algo importante en la mayoría de las religiones, la negación de una deidad falsificaría muchas, si no la mayoría, de las religiones. En otras palabras, no todas las religiones pueden ser iguales. Jesús no puede ser el único camino de salvación y no ser el único camino de salvación. Es un camino o el otro.

También es importante señalar que toda afirmación es exclusiva, ya que dice que lo contrario es falso. Mientras que afirmar que Jesús es el único camino es exclusivo y estrecho, lo contrario es igual de exclusivo y estrecho. El número de personas en consideración no tiene nada que ver con la naturaleza de la exclusividad o estrechez de la afirmación real. Esto nos lleva a otro punto:

Conocimiento de la enseñanza religiosa

Muchos cristianos podrían afirmar que la Biblia no dice que Jesús es el único camino. Sin embargo, la Biblia hace tales afirmaciones en abundancia. Por ejemplo, Jesús dijo: “Jesús le dijo*: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. “. Juan 14:6 (LBLA). Además, Hechos 4:12 afirma: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que podamos ser salvos”. Por lo tanto, la Biblia puede estar lógicamente equivocada, pero no puede tener razón y estar equivocada en el mismo punto al mismo tiempo, por la ley de no contradicción. Afirma claramente que Jesús es el único camino a la salvación. Si no lo es, entonces la afirmación bíblica es simplemente falsa. Por lo tanto, uno puede negar la Biblia, pero no puede reescribirla. Estamos atados a lo que dice, sin importar si rompe nuestra regla cardinal de no ofender a otros. El punto: si esta es una creencia necesaria para ser cristiano, entonces uno puede negarla, pero no puede negarla y seguir siendo un Cristiano verdadero. En lugar de poner nuestras emociones y deseos como norma de la verdad, la Biblia nos incomoda con la razón y la realidad, dos aspectos incómodos para nuestro entorno cultural actual.

Los pastores y las iglesias pueden preparar a sus congregantes

Ha habido muchas encuestas, como la citada aquí, que hablan de que el 75% de los jóvenes abandonan el cristianismo después de su primer semestre de universidad. Si bien no estoy de acuerdo con estas cifras, ya que a lo mejor muchos no eran realmente creyentes, es absolutamente cierto que los padres y los pastores deben preparar a los jóvenes para la universidad. Las charlas motivacionales en la iglesia, los campamentos de la iglesia y los conciertos cristianos son estupendos, pero no empiezan a enseñar a los jóvenes a articular y defender su fe. Los no creyentes son despiadados en su odio al cristianismo y a todo lo racional; por lo tanto, es importante formar a nuestros jóvenes no sólo para que conozcan los fundamentos del cristianismo, sino también para que sean capaces de explicar por qué lo creen.

Los padres deben capacitar a sus hijos

Si bien las iglesias comparten la culpabilidad de estos temas, los padres también tienen un papel vital en la educación de sus hijos. Las escuelas y las iglesias ayudan a ello, pero en última instancia, si tenemos hijos criados en nuestros hogares y en la iglesia, y su profesor de Introducción a la Filosofía destroza su fe en tan sólo unas semanas, entonces probablemente no estaban muy bien educados sobre su fe para empezar. (Todo esto dice algo sobre la noción de que uno debe simplemente tomar las afirmaciones del cristianismo sólo por fe, donde fe significa fe irracional o ciega. Esto no sólo es irracional y antibíblico, sino que también es peligroso, ya que lo deja a uno expuesto a una serie de dudas cuando se enfrenta a ello).

Dónde acudir en busca de respuestas

 Cuando tenía quince años, empecé a hacerme preguntas sobre mi fe. No dudaba de ella, pero no estaba seguro de por qué la creía. Un día me di cuenta de que, en materia de religión, todo el mundo cree tener razón. Pues bien, no todos podemos tener razón, según esa persistente ley de no contradicción. Entonces, ¿cómo sabía que tenía razón? Empecé a estudiar apologética (ser capaz de defender la posición de uno, en este caso sobre el cristianismo) a un nivel muy laico. En la universidad, decidí que quería un conocimiento más profundo de estos temas. Descubrí el Southern Evangelical Seminary. El SES es una de las mejores escuelas del mundo para estudiar apologética. (Aclaración: actualmente soy profesor en SES.) SES ofrece certificados, una licenciatura, varios másteres, un doctorado en ministerio y un doctorado. Todos los programas de estudio tienen un componente apologético integrado en el tejido de los cursos. Si está interesado en aprender a entender y defender mejor su fe, o en ayudar a su familia a hacerlo, ¡deje que SES le ayude!

Recursos recomendados en Español: 

Robándole a Dios (tapa blanda), (Guía de estudio para el profesor) y (Guía de estudio del estudiante) por el Dr. Frank Turek

Por qué no tengo suficiente fe para ser un ateo (serie de DVD completa), (Manual de trabajo del profesor) y (Manual del estudiante) del Dr. Frank Turek  

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J. Brian Huffling, PH.D. Tiene una licenciatura en Historia por la Universidad de Lee, un máster en (3 especialidades) Apologética, Filosofía y Estudios Bíblicos por el Seminario Evangélico del Sur (SES), y un doctorado en Filosofía de la Religión por el SES. Es director del programa de doctorado y profesor asociado de filosofía y teología en SES. También imparte cursos para Apologia Online Academy. Anteriormente ha enseñado en el Instituto de Arte de Charlotte. Ha servido en los Marines, en la Marina y actualmente es capellán de reserva en las Fuerzas Aéreas en la Base Aérea de Maxwell. Sus aficiones incluyen el golf, la astronomía de patio, las artes marciales y la guitarra.

Blog Originalmente publicado aquí: https://cutt.ly/4PnnoGE

Traducido por Jennifer Chavez

Editado por Yatniel Vega García

 

By Alisa Childers

When my daughter was little, I made her quinoa, oat, and flax seed waffles, and she loved them. It wasn’t until we were visiting family in California that she experienced the hotel breakfast bar and exclaimed out loud, “Mom, these waffles are SO MUCH BETTER THAN YOURS!” The charade was over. Dry, grainy, fake waffles would no longer be tolerated. She had now tasted the real thing, and would never again be fooled by a fake.

Likewise, one of the most effective ways to teach our children to spot a false gospel is to make sure they are well-versed in the true gospel . That way, when they encounter a false version of Christianity, they will immediately recognize it. Here are some ways to teach our children to spot a false gospel:

Teach them to love the truth

One of the most common ways that young Christians are deceived with bad ideas is through the vehicle of relativism. Relativism is the belief that absolute truth does not exist or cannot be known. “What is true for you is true for you” or “There is no such thing as truth” are common expressions thrown at Christians to shut down their ideas and make them feel like moral censors/criticizers for simply claiming to know the truth.

However, Christianity is a belief system that stands or falls on the basis that truth is absolute. God either exists or he doesn’t. Jesus either rose from the dead or he didn’t. In fact, Jesus claimed to be Truth itself: “I am the way, the truth, and the life” (John 14:6). The stakes are that high!

Teaching our children to base their beliefs on what is true, not what feels right , will help prevent them from walking away when their faith no longer “feels right.”

Teach them to be biblically cultured

From the beginning, false ideas about God were passed off as “Christian.” False teachers often twisted Scripture to deceive followers of Jesus into believing their teachings. Even today, some of the most misleading ideas are those marketed as “biblical.”

The only way to know for sure whether an idea is biblical or not is to actually know what the Bible says. There is nothing wrong with buying a good children’s devotional book or a cartoon of a Bible character to supplement our devotions, but nothing can replace reading the actual Bible with our children.

This will help prevent them from falling into misquotes and misrepresentations because they will know the reality.

Teach them to identify the essentials of the gospel

One of the ways Christians can be deceived into believing a false gospel is when they confuse non-essential doctrines with essential doctrines. The thinking goes something like this: If Christians can’t even agree on how predestination works, why can’t we just agree to disagree about the resurrection?

Essential doctrines are beliefs that directly affect someone’s salvation. The virgin birth, the deity of Jesus, the atonement, the resurrection, the second coming, and the final judgment are all examples of essential doctrines of the gospel. These are fundamental topics that we cannot simply agree to disagree about.

Teaching our children to recognize the difference between core and non-core beliefs will help them avoid confusion about what matters most.

Teach them to define their terms

One telltale sign of a false gospel is the redefinition of terms. For example, someone might imply that telling people they might not go to heaven is “unloving.” But this only works if they have redefined the word love to mean making someone feel good by endorsing all their beliefs and behaviors. But according to the Bible, that is not love at all.

First Corinthians 13 tells us that “love is patient and kind” (verse 4). But it also “does not rejoice at evil but at the truth” (verse 6 [author’s error in verse]). To love someone means to tell them the truth, even when it’s unpleasant. So telling someone about the possibility of an eternity apart from God is actually the most loving thing you can do .

Teaching our children to define their terms biblically will help protect them from being “pigged in” by words that are redefined according to cultural norms.

Teach them to appreciate the beauty of the gospel

The apostle Paul wrote that when he preached the gospel, it had a fragrance. To some, it smelled of life and peace. To others, it reeked of death. [1] I imagine it all came down to whether or not someone truly believed they were a sinner. If one does not recognize their own sinfulness, the Father’s message demanding Jesus’ sacrifice on the cross would seem unnecessary—even immoral. However, if someone knows they have sinned against a holy God and deserve death, Jesus’ atoning work suddenly becomes the most beautiful cure imaginable.

We live in a culture that inundates our children with messages that they are perfect just the way they are and that they should follow their hearts. But these “positive messages” soften their own sinfulness and can make them vulnerable to imitations/counterfeits of the cross akin to “cosmic child abuse.”

As parents, we know that most ideas are learned, not taught. It is useless to teach our children all the right things if we ourselves do not practice those ideas. This involves repenting when we are wrong. It involves reading the Bible and praying with them. And just as my daughter will never again be fooled by imposter waffles, our children will not settle for false gospels because they will be so well acquainted with the real one .

Grades

 [1] 2 Corinthians 2:15-16

Recommended resources in Spanish: 

Stealing from God ( Paperback ), ( Teacher Study Guide ), and ( Student Study Guide ) by Dr. Frank Turek

Why I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist ( Complete DVD Series ), ( Teacher’s Workbook ), and ( Student’s Handbook ) by Dr. Frank Turek  

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Alisa Childers is an American singer and songwriter, best known for being part of the all-female Christian music group ZOEgirl. She has had one top ten radio single, four studio releases, and received a Dove Award during her time with ZOEgirl. Years later, Alisa experienced a profound challenge to her lifelong faith when she began attending what would later be identified as a progressive Christian church. This challenge pushed Alisa towards Christian Apologetics. You can currently read, listen to, and watch Alisa’s work online, as well as purchase her recently released book on progressive Christianity, titled Another Gospel.

Original Blog : https://cutt.ly/YO9CxmL 

Translated by Jennifer Chavez

Edited by Gustavo Camarillo