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Por Kike Medina

Introducción:

Como es común entre ciertos círculos ateos (sobre todo en redes sociales) podemos encontrar muchas objeciones hacia la existencia de Jesús, sus milagros y su resurrección; Algunas objeciones son decentes y otras son verdaderamente pésicas, formuladas con mucho desconocimiento filosófico y argumentativo, acompañado de ciertas actitudes y prejuicios negativos hacia los cristianos y su fe.

Un argumento psicológico contra la teoría de las alucinaciones de Gerd Lüdemann sobre la Resurrección de Jesús

Pero hay una objeción que ha ganado fuerza durante los últimos años y ha sido objeto de debate entre muchos apologistas de alto prestigio, sobre todo porque forma parte de una especie de “grupo” de objeciones hacia la resurrección de Jesús y es aquella que postula que los apóstoles y discípulos de Jesús alucinaron al verlo luego de haber muerto por crucifixión y resucitado tres días después.

La teoría de las alucinaciones propuesta por el historiador Gerd Lüdemann, parece ser consistente y probablemente una objeción que puede tambalear los cimientos de la fe de muchas personas, sobre todo a aquellas que no están muy bien instruidas en la defensa de la fe. Muchos la han abordado desde distintas perspectivas y han creado objeciones, sobre todo desde una perspectiva histórica-metodológica. Sin embargo, hasta donde sé, no se ha desarrollado una objeción que va más acorde a la naturaleza de la teoría de Lüdemann.

El objetivo principal de este escrito es abordar la teoría desde un punto de vista psicológico, para ver si realmente es consistente con lo que objeta y así poder dar una herramienta más para todos aquellos que recién abordan esta teoría y recién inician en la defensa de la fe.

La teoría de las alucinaciones

Antes de empezar a abordar de lleno con la objeción de Lüdemann, hay que hacer dos importantes aclaraciones: Sigo el mismo pensamiento del Dr.Craig cuando él dice que “está de acuerdo con Lüdemann en que la resurrección de Jesús es el punto central de la religión cristiana”, y que “la tarea del historiador es muy parecida a la del abogado litigante; examinar a los testigos para reconstruir el curso más probable de los acontecimientos”.[1] En efecto, quizá no podemos saber si un hecho histórico pasó con una certeza del cien por ciento, pero podemos hacer historia recopilando datos, formulando hipótesis y ver cuál de todas nuestras explicaciones es la más razonable.

Ahora bien, parece que Lüdemann encuentra cierta satisfacción psicológica en su propia teoría, pues al negar a Cristo es común que una persona sienta cierta culpa por haber abandonado un estilo de vida, como le puede suceder a un empleado que es despedido de una mega empresa de alto nivel. Sin embargo, esto es irrelevante, dado que, si Lüdemann realizó tal explicación de la resurrección de Jesús y la experiencia de los discípulos debido a esa culpa, no valoraremos su veracidad partiendo desde este punto, pues eso sería solo un ataque personal, además de que su estado emocional y mental también carece de importancia para este análisis.

La teoría de las alucinaciones es desarrollada partiendo desde el punto de vista anímico y mental de los discípulos. Por ejemplo, la explicación de la alucinación de Pedro, es presentada de la siguiente manera:

Bajo la impresión de la proclamación y muerte de Jesús, finalmente despertó en Pedro la fe. De ese modo, el Jesús crucificado demostró ser el Jesús viviente para que Pedro pudiera volver a presentarse ante él y esta vez con profunda claridad. La palabra de perdón de Dios presente en la obra de Jesús.[2]

Supongamos que es totalmente válido; sería lógico creer que Pedro pudo haber alucinado a Jesús debido a su culpa, pues lo había negado tres veces. Luego de esto, tal alucinación fue contagiada hacia otras personas que no compartían el trauma de Pedro.

Luego de que se creara la leyenda de la tumba vacía y que Jesús se había aparecido a las mujeres en la misma tumba, Pablo luchaba internamente con la culpa mientras trabajaba bajo el yugo de la ley y su celo al perseguir cristianos era una manifestación de una atracción secreta por el mensaje cristiano. Lüdemann ofrece esta explicación sobre la “alucinación” de Pablo:

Si uno hubiera podido analizar a Pablo antes de su visión de Damasco, el análisis probablemente habría mostrado una fuerte inclinación hacia Cristo en su subconsciente. De hecho, la suposición de que era inconscientemente cristiano ya no es así tan descabellado […] En el camino de Damasco, la lucha reprimida estalló en una alucinación de Jesús, lo que resultó en la conversión total de Pablo a la fe que una vez persiguió. El complejo de culpa que había surgido con la persecución se resolvió mediante la certeza de estar en Cristo.[3]

De hecho, desconozco si Lüdemann tiene conocimientos psicoanalíticos, pero esta explicación sobre Pablo parece una explicación del mecanismo de defensa formación reactiva, el cuál consiste en transformar una emoción o un impulso en su contrario; el odio sería amor, la enemistad a amistad, tolerancia en intolerancia, etc. Y esto sucede porque el sujeto tiene dificultades para manejarlas y se protege inconscientemente con este mecanismo de defensa. Pero esto lo pasaremos por alto, pues no pretendo hacer un análisis psicoanalítico.

Experiencias delirantes y alucinatorias

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, clasifica a algunos trastornos que tienen como característica principal los delirios y las alucinaciones. Podemos encontrar algunos trastornos como el trastorno delirante, trastorno psicótico, esquizofreniforme, esquizofrénico, etc. También, tiene en cuenta características claves que definen los trastornos psicóticos como son, como se mencionó anteriormente, los delirios y alucinaciones.

Los delirios son creencias fijas que no son susceptibles de cambio a la luz de las pruebas en su contra. El contenido de los delirios puede incluir varios temas como persecuciones (es decir, la creencia de que uno va a ser perjudicado, acosado, perseguido, etc, por un individuo u organización), referenciales (es decir, la creencia de que ciertos gestos, comentarios, señales del medio ambiente, etc, se dirigen a uno mismo), de grandeza (es decir, cuando el sujeto cree que tiene habilidades ,riqueza o fama excepcionales), somáticos (es decir, preocupaciones referente a la salud y al funcionamiento de los órganos), etc.

Por otro lado, las alucinaciones son percepciones que tienen lugar sin la presencia de un estímulo externo. Son vívidas y claras, con toda la fuerza y el impacto de las percepciones normales, y no están sujetas al control voluntario. Pueden darse en cualquier modalidad sensorial, pero las alucinaciones auditivas habitualmente se experimentan en forma de voces, conocidas o desconocidas, que se perciben como diferentes del propio pensamiento. Las alucinaciones deben tener lugar en el contexto de un adecuado nivel de conciencia; aquellas que tienen lugar al quedarse uno dormido o al despertar se considera que está dentro del rango de las experiencias normales.

Algo que hay que destacar es que el mismo DSM-IV aclara que las alucinaciones pueden ser una parte normal de la experiencia religiosa en determinados contextos culturales.[4]

Tal parece que, hasta este punto, ya podemos descartar la teoría de las alucinaciones de Lüdemann, pues si hemos de valorar adecuadamente las alucinaciones de un individuo, pues la experiencia post-mortem de los discípulos era una experiencia normal y justificada, dado que es una experiencia religiosa, entendida en su tiempo y contexto. Sin mencionar, que no podemos diagnosticar como una “alucinación” a priori la experiencia de una persona sin, por lo menos, hacer una corta entrevista respecto a su experiencia, como se hace clínicamente. Pero este no será el caso, pues trataré de dar un argumento formal desde mi perspectiva como psicólogo.

La epistemología de las alucinaciones

Si analizamos correctamente los tipos de trastornos que son característicos por su naturaleza delirante y alucinatoria, nos daremos cuenta de que cada sujeto tiene experiencias totalmente distintas entre sí. Es decir, cuando un sujeto tiene una alucinación o un delirio, puede tener ciertas características en común para compartir con otros sujetos delirantes, sin embargo, su experiencia no es la misma pues cada sujeto la experimenta de forma diferente.

Por ejemplo, los sujetos que sufren de alucinaciones persecutorias tienen características experienciales en común como creer que alguien está conspirando en su contra, o que le engañan, lo espían o persiguen. Sin embargo, cada experiencia alucinatoria es epistémicamente distinta entre sí. Quizá un sujeto alucina con que lo están espiando un grupo de personas más allá de la realidad, sin cuerpo físico, mientras que otro sujeto piensa que es espiado por el gobierno o por su propia pareja.

Lo mismo sucede con las personas que tienen delirios, por ejemplo, somáticos. Los sujetos podrán tener características experienciales en común, como expresar una pérdida de control sobre la mente o el cuerpo, o que sus propios pensamientos han sido robados. Pero estas experiencias serán epistémicamente distintas entre sí, pues un sujeto puede experimentar la “pérdida de la mente” de una forma distinta a la de otro sujeto, o incluso podrían diferir entre causas como el “ladrón de sus pensamientos o mente”.

Podemos encontrar un caso clínico de trastorno delirante por consumo de cannabis, donde esta persona tiene antecedentes psiquiátricos durante los últimos dos años. El paciente se quejaba de dolor abdominal y en el pecho, según él, ocasionado por telequinesia, pues una vecina que era bruja se lo estaba provocando. Además de esto, colocaba por toda la casa diversos objetos para ahuyentar los malos espíritus.[5]

Por otro lado, tenemos el caso clínico de un hombre con trastorno delirante, donde afirmaba que, los policías y carabineros que vivían en su mismo edificio estaban perjudicándole sólo por simpatizar con una ideología diferente a ellos. Además, refiere que hablaban de él en la televisión y que el gas estaba envenenado, incluyendo el agua, por lo que tenía que comprar agua envasada y pedir comida por teléfono.[6]

Si analizamos correctamente estos dos casos, podemos ver que ambos sufren delirios de persecución, comparten características experienciales en común como ser conspirado por un tercero, y evitar ciertas actividades diarias por la creencia de que eran parte de la conspiración. Sin embargo, ambas experiencias son epistémicamente distintas entre sí, pues los “conspiradores” son distintos y no actúan de la misma manera, ni utilizan las mismas “formas” o “herramientas” para “conspirar” contra los pacientes mencionados.

La epistemología de la experiencia post-mortem de los discípulos

Ahora, vamos a aplicar el mismo análisis a las experiencias de los discípulos cuando vieron a Jesús nuevamente con vida. Pero antes, hay que anotar algo pues uno puede preguntar: ¿no es verdad que hay diferencias entre los relatos de la resurrección? Por ejemplo, Mateo y Marcos relatan que un ángel les habló a las mujeres, mientras que Lúcas y Juan dicen que había dos ángeles en la tumba.[7] ¿No es esta una experiencia epistémicamente distinta entre sujetos y, por lo tanto, sería un caso legítimo de alucinación o delirio?

Bueno, hay que aclarar que el caso de la experiencia respecto a los ángeles es algo secundario, pues la alucinación analizada en este escrito es la de la visión de Jesús por parte de sus discípulos. Por lo que sería irrelevante si fue o no una alucinación en todo el sentido de la palabra. Ahora, podemos rescatar un hecho importante sobre el caso de la resurrección y es que en múltiples ocasiones y bajo varias circunstancias, diferentes individuos y grupos de personas, experimentaron apariciones de Jesús vivo de entre los muertos.

Un caso experiencial que podemos encontrar en la biblia es el de Tomás, quien no estaba con los discípulos cuando había llegado Jesús, relatado en Juan 20:24-31. Tomás no creía lo que los discípulos le decían, habían visto a Jesús nuevamente. Sin embargo, Tomás objetaba que mientras no viera la marca de los clavos en sus manos y no sintiera su mano en su costado no creería. Luego de una semana, Jesús se apareció a los doce, y fue cuando le dijo a Tomás que tocara sus manos y su costado. Entonces él creyó.

Como podemos observar, la experiencia de Tomás fue totalmente distinta en primera persona (fue él quien tocó sus manos y su costado) a la de los demás discípulos. Sin embargo, esto no pudo haber sido una alucinación, ya que para que cumpla su naturaleza alucinógena, tendría que haber sido una persona distinta, en situaciones distintas, pues estaban todos reunidos y era Jesús mismo.

En otras palabras, la experiencia post-mortem no puede tratarse de una alucinación, pues se observó a la misma persona (Jesús), en la misma situación (los discípulos reunidos) e incluso las mismas palabras escuchadas (“la paz sea con ustedes”, “porque me has visto, has creído…”).

El argumento

Luego del análisis mencionado anteriormente y habiendo explicado que las alucinaciones son epistémicamente distintas entre sí, aunque existan características en común, y que las experiencias de los discípulos, recalcando la de Tomás, son la misma, podríamos formalizar un argumento de la siguiente manera.

1.- Si las experiencias alucinatorias son epistémicamente distintas entre sujetos, entonces los apóstoles no pudieron haber tenido la misma experiencia alucinatoria.

2.- Los apóstoles tuvieron la misma experiencia post-mortem, pues se trata de la misma persona (Jesús) y la misma circunstancia (discípulos reunidos).

3.- Por lo tanto, los apóstoles no pudieron haber tenido una alucinación.

4.- Por lo tanto, la teoría de las alucinaciones es falsa.

Pero ¿no es verdad que también se apareció a otras personas quienes estaban en situaciones y circunstancias distintas? En efecto, incluso la experiencia pudo haber sido muy distinta a la de los apóstoles. Sin embargo, aún sigue tratándose de la misma persona y la misma creencia de haber resucitado luego de haber sido ejecutado por la corte Romana.

Ahora bien, cabe mencionar que las experiencias alucinógenas no son sólo experiencias epistémicamente distintas entre sujetos, sino que también son privadas. Es decir, cada alucinación es vivida enteramente en y sólo en primera persona, nunca son experimentadas en grupo. ¿Esto quiere decir que las alucinaciones grupales no existen? Efectivamente, las experiencias grupales no existen, si por grupal se entiende como un conjunto de X cantidad de personas, experimentando exactamente lo mismo, al mismo tiempo o que incluso tengan el mismo desorden psicótico, o que hayan ingerido la misma sustancia en la misma cantidad. De otra forma no puede ser considerado una “alucinación grupal”. Esto es ridículamente improbable.

Así que, siguiendo con el argumento anterior, podríamos reformularlo de la siguiente manera:

1.- Si las experiencias alucinatorias son epistémicamente distintas entre sí y son experiencias privadas, entonces los apóstoles no pudieron haber tenido la misma experiencia post-mortem de Jesús.

2.- Los apóstoles sí tuvieron la misma experiencia post-mortem de la misma persona de Jesús.

3.- Por lo tanto, las experiencias de los apóstoles no son epistémicamente distintas entre sí ni fueron experiencias privadas. Por lo que no se consideran alucinaciones.

4.- Por lo tanto, los apóstoles no tuvieron una alucinación.

5.- Por lo tanto, la teoría de las alucinaciones es falsa.

Conclusión 

Es muy probable que este argumento no sea lo suficientemente lógico y que haga agua por muchos lados, pues está claro que se requiere explicar muchas cosas de naturaleza psicológicas como delirios extravagantes, comorbilidad entre trastornos, etc. Pero la intención desde un inicio fue no extenderse en explicar cada término en profundidad.

Quizá este argumento no sea el definitivo contra toda objeción de naturaleza psicológica por parte de ateos, ya que siempre encontraremos objeciones como “los cristianos son esquizofrénicos porque escuchan la voz de Dios” o simplemente nos seguirán llamando neuróticos. Pero, cualquier psicólogo serio sabe que para poder diagnosticar a una persona con algún trastorno o poder concluir clínicamente que una persona tuvo una alucinación genuina, se necesitan estudios y entrevistas en condiciones. Pero esto es entendible, pues estamos acostumbrados a usar estos términos para cualquier situación fuera de lo normal; “estás alucinando”, “puros delirios tuyos”.

De igual manera, abro la invitación a colegas para que sigan el trabajo establecido en este escrito para reforzarlo o para formular otro argumento de naturaleza psicológica para su uso en la apologética actual y futura ya que, desafortunadamente, la psicología es atacada constantemente por ciertos círculos cristianos y casi no tiene presencia dentro de la apologética. Pero ese tema será tratado en otra ocasión.

Referencias:

[1] Lane Craig, William, Visiones de Jesús: una evaluación crítica de la hipótesis de alucinación de Gerd Lüdemann. Disponible en https://www.reasonablefaith.org/writings/scholarly-writings/historical-jesus/visions-of-jesus-a-critical-assessment-of-gerd-ludemanns-hallucination-hypo/

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] APA, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5ta, ed) Pp.87

[5] Gúrpide, Caso clínico; trastorno delirante en consumidor de cannabis, disponible en: http://www.madrid.org/cs/Satellite?blobcol=urldata&blobheader=application%2Fpdf&blobheadername1=Content-disposition&blobheadername2=cadena&blobheadervalue1=filename%3Dcaso9-+CANNABIS+CASOS+CLINICOS-18.pdf&blobheadervalue2=language%3Des%26site%3DPortalSalud&blobkey=id&blobable=MungoBlobs&blobwhere=1202790953505&ssbinary=true

[6] Diaz, Mancilla, Ortíz & Osorio, Caso clínico de trastorno delirante, disponible en: http://docs.bvsalud.org/biblioref/2018/12/967562/208-216.pdf

[7] Hernández de Alba, Claudia, Las contradicciones en el relato de la resurrección, disponible en: https://hoy.com.do/las-contradicciones-en-el-relato-de-resurreccion/

 


Kike Medina, radica en México, licenciado en psicología, se dedica al estudio de la apologética. Co-fundador del proyecto “Apologeeks” y es parte del equipo de Filósofo Cristiano

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