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Después de hablar en una iglesia, una mujer se me acercó y se identificó como una abogada defensora y una cristiana. Mencionó que le costaba entender cómo algunos de los sospechosos que yo había arrestado por casos “congelados” (de varios años atrás) de asesinato habían sido capaces de vivir sin violar la ley durante treinta años (o más) luego de cometer sus crímenes. Ella parecía creer que estos hombres y mujeres no deberían haber sido capaces de vivir entre el resto de nosotros sin haber dado alguna pista de su culpabilidad. Su sorpresa es común entre las personas que viven y trabajan con asesinos. Cuando finalmente consigo condenar a un asesino a la cárcel varios años después de que él o ella cometió el crimen; sus amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo normalmente expresan con incredulidad: “No hay posibilidad de Jack pudiera haber cometido ese asesinato, lo conozco desde hace veinte años. Él es el hombre más dulce que he conocido!”. Cuando un sospechoso finalmente es condenado por un delito (y finalmente confiesa el asesinato), aquellos que lo conocían típicamente están en “shock”. No deberían estarlo. Mis asesinos de casos congelados no eran asesinos seriales. Ellos simplemente cometieron un crimen horrible y luego pasaron el resto de su vida viviendo como tú y yo. Su comportamiento nunca demostró de alguna forma que eran capaces de tales actos. Se veían como el resto de nosotros. ¿Por qué? Debido a que son igual que el resto de nosotros; capaces de grandeza, pero muy dentro en nuestro núcleo esencialmente corruptos.

Incluso antes de que yo fuera cristiano, me di cuenta de la naturaleza innata de los seres humanos. Si eres padre, también tendrás alguna evidencia empírica de la cual sacar conclusiones. Sabes que no tienes que enseñar a tu bebé a ser egoísta, impaciente, grosero y egocéntrico. Los bebés deben ser educados a ser todo lo contrario; la bondad no es una cualidad innata de los seres humanos. No venimos al mundo con este tipo de disposición. Deben enseñarnos cómo amar, cómo pensar más allá de nuestras propias necesidades y deseos, cómo compartir y apreciar a los demás. ¿Recuerdas el experimento que estudiaste en la secundaria de los monos que fueron tomados de sus madres y fueron criados sin ningún contacto personal, comodidad o amor? ¿Cómo terminaron? Fueron sociópatas: enojados, malos y peligrosos. Esta era, de hecho, su naturaleza de base a menos que se les enseñara a ser algo diferente.

Tanto ateos como teístas tienen que explicar la naturaleza caída innata de los seres humanos, especialmente teniendo en cuenta el hecho de que al mismo tiempo somos capaces de poseer bondad y nobleza. Esto es a menudo descrito como “el enigma del hombre” y las Escrituras cristianas capturan y describen esta realidad con sorprendente claridad y previsión. Mientras que hemos sido creados a imagen de Dios (y, como resultado, son capaces de grandeza) se nos dio la peligrosa libertad de poder amar genuinamente. A veces abusamos de esta libertad como criaturas rebeldes. La Biblia describe la naturaleza humana como innatamente caída desde el nacimiento, incapaz de verdadera bondad (sin la ayuda de Dios) e indispuesta (por nuestra cuenta) a buscar el rostro de Dios:

Nuestros principios no son lo suficientemente inocentes

Desde el principio (desde nuestro nacimiento), no somos inocentes e inclinados hacia la bondad. En lugar de ello, hemos nacido como la descendencia de Adán, inclinada hacia el pecado:

Romanos 5:12

Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.

1 Corintios 15:21-22

De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir

Salmo 51:5

Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre.

Efesios 2:1-3

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.

Nuestra condición natural no es lo suficientemente capaz

Incluso a medida que crecemos y aprendemos a ser buenos a partir de los que nos enseñan y nos aman, todavía estamos muy inclinados a hacer el mal. Todos nosotros luchamos con esto si somos honestos al respecto. Somos esclavos de nuestras inclinaciones.Tenemos  miles de pensamientos los cuales no compartimos estos pensamientos privados exponen quién y qué somos en realidad. Y existen muchos momentos en los que elegimos actuar conforme a esos pensamientos. Tú y yo sabemos que esto es cierto. No somos consistentemente capaces de verdadera bondad:

Jeremías 17:9

Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?

Romanos 3:23

… Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios.

Juan 8:34

Jesús respondió: Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado.

Job 15:14-16

¿Qué es el hombre para creerse puro, y el nacido de mujer para alegar inocencia? Si Dios no confía ni en sus santos siervos, y ni siquiera considera puros a los cielos, ¡cuánto menos confiará en el hombre, que es vil y corrupto y tiene sed del mal!

Nuestro deseo no es lo suficientemente fuerte

También estamos generalmente desinteresados en las cosas de Dios. En nuestro estado natural, somos rebeldes y nuestro deseo de Dios es débil y parece desvanecerse. Nuestra naturaleza caída nos impide reconocer o entender las cosas espirituales:

Juan 5:40

Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida.

1 Corintios 2:14

El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente.

Romanos 3:10-18

Así está escrito:

«No hay un solo justo, ni siquiera uno;
no hay nadie que entienda,
nadie que busque a Dios.

Todos se han descarriado,

a una se han corrompido.
No hay nadie que haga lo bueno ¡no hay uno solo!»

«Su garganta es un sepulcro abierto;
con su lengua profieren engaños.»
«¡Veneno de víbora hay en sus labios!»
«Llena está su boca de maldiciones y de amargura.»
«Veloces son sus pies para ir a derramar sangre;
dejan ruina y miseria en sus caminos,
y no conocen la senda de la paz.»
«No hay temor de Dios delante de sus ojos.»

Romanos 1:18-19

Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado.

4- Nuestras vidas no son lo suficientemente justas

Incluso nuestras “buenas obras” no son tan buenas. Claro, podemos pensar que estamos haciendo algo noble, pero en general hay algo en él para nosotros; algún motivo oculto y egoísta. E incluso nuestros mejores esfuerzos palidecen en comparación con el estándar de justicia existente en el Dios del Universo.

Isaías 64:6

Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia  son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas: nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.

Santiago 2:10

Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.

Gálatas 3: 10-11

Todos los que viven por las obras que demanda la ley están bajo maldición, porque está escrito: «Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley.» 11 Ahora bien, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque «el justo vivirá por la fe».

Romanos 3: 27-28

¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe. Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige.

Nuestro “Bondad” no es nuestra

En caso de que pienses que esos momentos de compasión o justicia que ocasionalmente tienes fueron el resultado de tu propia capacidad o esfuerzo, piénsalo otra vez. Incluso nuestros mejores momentos son simplemente la obra de Dios. Por nuestra cuenta somos completamente incapaces de elegir a Dios o hacer algo justo a los ojos de Dios. Cuando actuamos con justicia, es simplemente el Espíritu y la Palabra de Dios actuando dentro de nosotros:

Juan 6:44

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.

Juan 6:65

 —Por esto les dije que nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre.

Filipenses 2:12-13

Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre —no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia— lleven a cabo su salvación con temor y temblor, 13 pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.

1 Tesalonicenses 2:13

Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír ustedes la palabra de Dios que les predicamos, la aceptaron no como palabra humana sino como lo que realmente es, palabra de Dios, la cual actúa en ustedes los creyentes.

Romanos 9:16

Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios.

Juan 1:12-13

Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

La Biblia muestra un panorama bastante desagradable de nuestra naturaleza humana ¿no? Suena como que estamos perdidos y errantes, incapaces de buscar a Dios e incapaces de impresionar a Dios con nuestros propios “buenos” esfuerzos. Suena como una mala noticia, y eso es exactamente lo que es. Pero hay algo muy especial en el mensaje cristiano. Hay buenas noticias: el Dios del universo no nos va a juzgar por nuestra naturaleza caída o nuestros esfuerzos insuficientes. En cambio, Él va a permitir que Jesús pague el precio por nuestro pecado y nos salve como un acto de gracia. Podemos ser caídos, pero somos importantes para Dios:

Efesios 2:4-5

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!

Colosenses 2:13-14

Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz.

Tito 2:11

En verdad, la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a toda la humanidad

Gálatas 2:16

Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado.

Tito 3:5-7

 Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así lo hizo para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna.

Entonces ¿Por qué es tan importante esta “Doctrina del Hombre”? ¿Por qué nosotros, como cristianos, tenemos que entender la posición cristiana sobre este tema? ¿Por qué una comprensión adecuada de la humanidad es tan importante para la ortodoxia cristiana? Bueno, si primero no entendemos nuestra desesperada necesidad, no entenderemos el poder y la urgencia de la Buena Nueva de Jesús. Si no entiendes tu verdadera condición, tu naturaleza caída y la incapacidad de tus propios esfuerzos para salvarte a ti mismo, no te moverás para buscar y encontrar al Salvador que ha venido a darnos lo que simplemente no podemos ganar por nuestra cuenta. Necesitamos una comprensión adecuada de nuestra naturaleza humana para que podamos tener una comprensión correcta de nuestra necesidad espiritual y una apreciación adecuada del poder y la gracia de Dios. Este entendimiento eventualmente dará forma a nuestro amor y reverencia a Dios, nuestra gratitud por la Salvación y nuestro amor por nuestro Salvador. Sin una comprensión de lo que nosotros somos, nunca podremos verdaderamente apreciar quién es Dios.

 


J. Warner Wallace tiene una trayectoria de más de 25 años como policía y detective, posee un Master en Teología por el Seminario Teológico Golden Gate Baptist y es profesor adjunto de Apologética en la universidad de BIOLA.

Blog Original: http://bit.ly/2DiWihW

Traducido por José Giménez Chilavert.

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